El mundo que viene y las acechanzas para el trabajo humano

Por Fernando V. AlfonsoHace unos veinte años, conversaba con el dueño de una concesionaria de autos de primera marca en el mundo. En su narración quedó clara la crisis del trabajo humano.

Fernando V. Alfonso

El hombre me contaba su impresión luego de visitar la fábrica en nuestro país, una revelación que me sorprendió: el aludido me dijo que en esa factoría, montar el motor de un coche requería un tiempo de 1,45 minutos…, obviamente ningún hombre participaba de la operación, todo lo hacían unas máquinas, a las que genericamente llamamos «robots».

Lo primero que se nos ocurre cuando nos enteramos de algo así, es comparar cuanto tiempo nos llevaría conectar un motor en un auto, en el supuesto que supiesemos hacerlo. Sin dudas el trabajo nos llevaría entre uno y cinco días, tiempo que bajaría si contaramos con ayudantes calificados.

La segunda reflexión, es el tamaño de la incógnita sobre el futuro del trabajo humano, entendiendo que el ejemplo citado es sólo un indicio de algo similar en todas las industrias del planeta.

En Economía se considera el trabajo humano como un factor de producción, esto es el componente necesario para combinar con el Capital y/o la Tierra, en busca de producir bienes o servicios.

Personalmente he concluído que el trabajo, en tanto factor de producción no puede ser cualquier cosa, y debe requerir de varias condiciones.

En primer lugar, el trabajo aplicado a la función productiva DEBE tener como contrapartida la generación física de bienes o servicios útiles. En segundo lugar, el trabajo humano debe ser LICITO, esto hace que por ejemplo la tarea de un repartidor de droga, por más horas y esfuerzo que conlleve, no debe ser considerada trabajo por el sólo hecho de su ilicitud. Y por último, el trabajo humano para ser tal, debe ser SOCIALMENTE aceptado, esto exceptúa del análisis a ciertas tareas que la gente en general rechaza aunque sean «legales», como ejemplo se me ocurre citar el trabajo de los empleados municipales que atrapan perros en la calle que luego serán sacrificados, la lista puede ser mucho más larga de lo que usted está imaginando.

Dadas estas breves antelaciones, podemos dividir el trabajo humano en dos grandes rubros: el que implica la producción de bienes y el de los servicios. El primer grupo no requiere de grandes precisiones, y está comprendido en los que podríamos llamar industria manufacturera. El segundo grupo, el de los servicios es mucho más grande, e incluye infinitas actividades.

Días atrás leí un artículo perodístico que citaba una radicación industrial que daría empleo a unos 600 trabajadores, pero también aclaraba que la sola instalación de la fábrica significaba la demanda de 3000 nuevos empleos en servicios derivados. O sea que la Empresa necesitaba para funcionar cinco veces más personas que las que se afectaban a la producción. ¿quienes son esas personas?; muy simple: los panaderos, proveedores de otros alimentos, de servicios de limpieza, transporte, médicos, contadores, y hasta el cura del pueblo.

Hace un siglo, Argentina ocupaba el 30% de su fuerza laboral en la Industria; hoy sólo lo hace en un 19%; recuerde lo del montaje del motor. En USA dicha proporción pasó del 32 al 25%, y en el resto del mundo ocurre algo parecido.

Por todo esto: ¿podemos concluir que los servicios desplazarán a la industria como demandantes de trabajadores?, personalmente no lo creo, y nuestro ejemplo lo corrobora: si la fábrica no se inaugura, los trabajadores de servicios no hallan laburo adicional.

Pero el futuro se infiere borroso en cuanto a lo que aquí llamamos trabajo. ¿Hará falto tanto empeño humano en la producción de bienes?, ¿o la creación de nuevos puestos en la rama de servicios será lo que mantenga la economía del porvenir?. ¿Se requerirá el mismo tiempo de trabajo humano?, ¿o deberemos expandir la oferta de ocio?. Les aseguro que las respuestas son tan nebulosas como titilantes.

Dedico esta columna a todos los sindicalistas de buena voluntad.