EL POPULISMO COMIENZA SU LARGA RETIRADA

Las urgencias sociales nunca resueltas han sido el sustento histórico del populismo en América Latina. Pero también fueron la puerta de salida de estas expresiones reiteradas.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?. La vieja adivinanza sin respuesta es aplicable en plenitud a la cuastión del populismo latinoamericano.

¿Fue el populismo una fábrica de pobres o fue una expresión política que no supo resolver la cuestión de la pobreza?. Difícil responder el acertijo en un continente que reconoció en las carencias una endemia, más allá de las inmensas riquezas de su territorio.

Pero cualquiera sea esa respuesta lo cierto es que el populismo, encarnado siempre en liderazgos carismáticos, personalistas y autoritarios, sólo acompañó la decadencia constante de una América latina en la que la mala distribución de la riqueza ha sido una constante de todo tiempo y toda experiencia política.

Algunas naciones de la región parecieron entenderlo y se acercan velozmente a modelos democráticos con un alto grado de institucionalización. Sabe que este es el único camino para alejarse del riesgo de aquellos personalismos que siempre tienen olor a aventura.

Otras, como Argentina, Venezuela, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, insisten por el camino de la adoración al líder y quedan expuestas a los aciertos o errores que este cometa. Así les va.

Por estas horas se está produciendo un importante cambio en el humor de los latinoamericanos. Las multitudinarias marchas en Brasil así lo indican; la gente salió a la calle por las dificultades económicas pero el grito más fuerte fue contra la corrupción gubernamental que ha quedado en evidencia en el caso Petrobrás.

Las sociedades latinoamericanas comienzan también a comprender que la corrupción es una parte indivisible de las experiencias populistas en cada país. Cuando el líder se siente «dueño» del pueblo, poco tarda en sentirse también «dueño» de las cosas de ese pueblo.

Todo indica que, una vez más, el populismo ha comenzado una lenta pero segura retirada del centro de la escena.

Deja tras de sí esa rémora de divisiones, pobreza, violencia militante y rencor que ha sido históricamente su única herencia.

Y por supuesto deja en toda la región una inacabable cantidad de problemas sin resolver, de deudas sin pagar, y de derechos sin respetar. Lo que supone una pesada carga para cualquiera que lo suceda.

Pero si el que viene no logra institucionalizar las repúblicas, hacer que el desarrollo sea el objetivo y apostar a la educación, al respeto de las normas y a los premios y castigos como un objetivo irrenunciable, el populismo retornará más temprano que tarde para hipnotizar con sus promesas de un bienestar sin esfuerzo y una grandeza sin sacrificio.

Como siempre…y ¿hasta cuándo?.