Con la renuncia termina una carrera que supo consolidar un amplio consenso favorable y un prestigio rara vez presente en la clase política italiana.
El presidente italiano Giorgio Napolitano, de 89 años de edad, presentó hoy su renuncia y ahora de manera interina la jefatura de Estado queda en el líder del Senado, Pietro Grasso.
A las 10:35 horas (08:35 GMT) Napolitano firmó la carta de la dimisión con la cual concluyó sus casi nueve años de mandato, informó un comunicado oficial.
Poco después, el secretario general de la Presidencia de la República, Donato Marra se dirigió al Parlamento para entregar la misiva a los presidentes de la Cámara de diputados, Laura Boldrini y del Senado, Grasso y al primer ministro, Matteo Renzi.
Por la mañana Napolitano se despidió de los empleados del Palacio del Quirinale, sede de la Presidencia y recibió el saludo de los «Corazzieri» (soldados de caballería acorazados).
El ahora ex mandatario confirmó en diciembre pasado su intención de renunciar por motivos de edad y de salud apenas concluyera la presidencia semestral italiana de la Unión Europea.
La víspera Renzi pronunció ante el Parlamento de Estrasburgo, Francia el discurso de conclusión del semestre italiano al frente de la UE y confirmó que la dimisión del presidente era inminente.
Napolitano fue reelecto para un segundo mandato en abril de 2013 en un momento de crisis política derivada del hecho de que en las elecciones de ese año tres bloques políticos quedaron empatados y no se pusieron de acuerdo para designar a su sucesor.
Napolitano fue electo por primera vez en 2006 y ha sido el primer jefe de Estado de la historia republicana italiana que repite mandato.
En Italia el presidente es designado por el Parlamento y goza de poderes limitados, pero Napolitano ha sido una figura clave para la estabilidad institucional, pues fue bajo su dirección que nacieron los tres últimos gobiernos (de Mario Monti, Enrico Letta y Matteo Renzi), ninguno de los cuales salió de las urnas.
Asimismo, en noviembre de 2011 movió los hilos para obligar a la renuncia del entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, al que los mercados no daban ninguna credibilidad para enfrentar la crisis financiera en un momento en que Italia había quedado a un paso del «default».
Ahora la presidencia será ocupada interinamente por Grasso en espera de que en un plazo de 15 días la líder de la Cámara de diputados convoque a una sesión conjunta del Parlamento en la que se deberá elegir al nuevo presidente.
Un total de mil ocho electores deberán pronunciarse al ritmo de dos votaciones al día.
En las tres primeras el ganador requerirá dos tercios de los sufragios, pero a partir de la cuarta votación solamente necesitará la mayoría absoluta de 505, por lo que la elección podría tener lugar el 31 de enero.
Sin embargo, nada se da por descontado y aún está fresco el recuerdo de las votaciones de 2013, en las que no hubo acuerdo y el ex presidente de la Comisión Europea y ex primer ministro Romano Prodi fue «quemado» por los propios militantes de su partido, 101 de los cuales votaron en secreto en su contra.
Entre los posibles sucesores de Napolitano los medios señalan al propio Prodi, al ex alcalde de Roma, Walter Veltroni y a la senadora del centroziquierdista Partido Democrático de Renzi, Anna Finocchiaro.
También figuran el alcalde de Turín, Piero Fassino; el constitucionalista Sergio Mattarella o el ex secretario del Partido Popular, Pierluigi Castagnetti, entre otros.