(Redacción) – ¿Quién se hace cargo?, es la pregunta que sobrevolaba la Rosada. Temen que las pruebas sean concluyentes y ya piensan medidas para neutralizar las consecuencias.
Cristina sacó a sus principales espadas a dar la cara, y el resultado no podían ser más negativos.
Ni Timerman, ni Agustín Rossi, ni Anibal fernández ni siquiera los medios afines pudieron hacer otra cosa que dar mayor credibilidad a la denuncia del fiscal Alberto Nisman.
Por la mañana la estrategia consistía en acusar al fiscal de haber desperdiciado la oportunidad de indagar a los responsables en Irán. A la tarde el argumento había perdido todo peso: el gobierno de los ayatollahs nunca corroboró el documento y por tanto esa indagatoria era imposible de llevar a cabo.
Y tampoco la administración de Cristina Fernández de Kirchner realizó un sólo acto para lograr que Irán avanzase en la cuestión.
Por la tarde la cuestión pasaba por multiplicar las declaraciones del juez Canicoba Corral acerca de las falencias probatorias de la denuncia, argumento que cayó antes que el sol cuando el mismo magustrado debió reconocer que había hablado por lo que leía en los medios ya que no había leído la causa.
Todo es desorientación en Balcarce 50 y esta vez la furia imperativa de la presidente no alcanza para definir una estrategia que saque al gobierno de uno de los atolladeros más grandes que ha debido enfrentar.
Una de las principales espadas oficiales en el Congreso decía esta tarde -lo suficientemente bajo como para no ser escuchado por los «propios»- que la preocupación por el show que la oposición puede montar el lunes con la comparencia de Nisman es mucha.
«Me parece que esta vez nos la pusieron», cerraba el circunspecto senador.