Dos años después de la muerte de Lola Chomnalez, y de Nisman, y de los clásicos motines brasileros de fin de año y de los crímenes de Venezuela y tantas otros ejemplos de impunidad…¿le cabe duda?.
Cuando a las pocas horas de la muerte de Lola la juticia uruguaya «ya tenía identificados a los asesinos» no hubo un argentino que marcase la diferencia entre ese país tan chiquito pero tan serio y eficiente en la aplicación de las leyes y el nuestro, aquel gigante de ayer, que no podía siquiera determinar cual había sido la causa de la muerte de un fiscal.
Lamentablemente a poco de transcurrir unas horas se supo que aquel ejemplo era una simple y total patraña…
El grotesco desatado luego, con más de treinta personas detenidas, imputadas y luego liberadas, tuvo sobre fines del año pasado -poco antes de cumplirse el segundo aniversario del crimen- su punto culminante: el abogado de la familia de la chica, pidió a la Justicia de Uruguay que se le realicen exámenes de ADN a 3.500 presos de ese país y que esas muestras se comparen con las obtenidas en la escena del crimen.Es que el abogado Jorge Barreda cree que el asesino podría estar preso por otro delito.
Probablemente luego pida igual trámite para toda la población del Uruguay, siga después con el continente americano y culmine la investigación con todos los seres humanos haciendo una larga fila desde el Tibet hasta Vivoratá para continuar con los análisis.
Demasiadas similitudes con la patética aglomeración de gente en el departamento de Alberto Nisman, guiados por una fiscal cuya sola presencia se convertía en el más profundo homenaje a la inutilidad de que el hombre sea capaz.
O los compendios de incoherencia en que se han convertido los expedientes judiciales en una Venezuela en la que mueren más de 3.000 personas por mes en manos de una delincuencia cada vez más mezclada con la política.
O la «distracción» del corrupto sistema carcelario de la corrupta Brasil que nunca se entera que como cada fin de año van a desatarse motines sangrientos que servirán para ajustar un poco la suporpoblada realidad de los penales.
Y podemos seguir con la Triple Frontera, por donde cualquier persona puede pasar caminando y sin control alguno pese a que se sospecha que por ahí entraron y por ahí se fueron muchos de los responsables de los más atroces crímenes del terrorismo en la región. Y, ahora se investiga, también quienes «suicidaron» al fiscal del Caso Amia.
Todo huele a impunidad en América Latina; y es tanto el acostumbramiento de sus habitantes que siguen caminando por la vida como si ello no tuviese un horrendo costo en sus vidas y el las de sus hijos. Pobreza, droga, exclusión, atraso, falta de salud, de educación, pérdida de la identidad del lenguaje, confusión de prioridades y derechos, supremacía de las minorías sobre las mayorías, fraude electoral, nepotismo….¿qué más?.
¿Qué más hace falta para que nos demos cuenta que no es Lola, no es Nisman, no es nadie en particular?…es América latina, ese continente perdido al que los corruptos han convencido de que lo mejor que le puede pasar es volver a vivir como los «habitantes originarios», mientras insultamos a todas las sociedades mundiales que han logrado vivir bien respetando los derechos de sus ciudadanos.
Nosotros… ellos no, por supuesto; ellos, todos, al lujo propio de los patrones.