Horas después de que la selección de fútbol se colgara la de oro, el equipo que era comandado por Rubén Magnano le ganó 84-69 a Italia y se subió a lo más alto del podio por primera vez en la historia.
Aquella final quedará para el recuerdo y la imagen en la entrega de premios en la que la bandera argentina flameaba por encima de la estadounidense quedó inmortalizada.
Los reyes del básquet apenas fueron bronce porque la hambrienta selección argentina, que ya les había dado una lección en el Mundial de Indianápolis 2002, hizo un partido impecable en semifinales y los volvió a humillar.
Pero la epopeya en Grecia arrancó antes, nada menos que con un soñado 83-82 sobre Serbia y Montenegro. Manu Ginóbili metió un agónico doble en el último segundo que significó, además del primer triunfo, el desahogo con sabor a revancha por la final del Mundial perdida ante Yugoslavia.
Luego de la gran victoria ante los campeones mundiales, la Argentina fue superada por España (87-76), pero se recuperó ante los rivales más accesibles del grupo, como China (82-57) y Nueva Zelanda (98-94). La última fecha fue con caída ante Italia por la mínima diferencia para terminar en el tercer puesto de la zona.
En el cruce de cuartos de final Argentina debió enfrentar a Grecia. Los locales siempre fueron un equipo batallador, pero chocaron con el corazón albiceleste, que tuvo a un Walter Herrmann determinante y a un Luis Scola que empezaba a agigantar su figura para un sufrido, pero muy festejado 69-65 ante los helénicos.
Llegaron las semifinales y el rival al que todos querían evitar: Estados Unidos. Con jugadores NBA, entre los que se destacaban Tim Duncan, Allen Iverson, Stephan Marbury y Lamar Odom, Argentina le dio otra cachetazo al Dream Team (ya habían caído con Puerto Rico y Lituania) tras vencerlo 89-81 y sacarlos del camino al Oro.
La única mala noticia para Argentina de cara a la final fue la lesión de Fabricio Oberto, quien sufrió una fractura en su mano por una falta de Marbury. Sin embargo, el equipo de Magnano aplastó a Italia con un juego colectivo brillante y un Scola en su máximo esplendor.
A partir de aquel 28 de agosto, en Atenas, el país posó por fin sus ojos sobre la Generación Dorada. Pepe Sánchez, Ginóbili, Alejandro Montecchia, Oberto, Hugo Sconochini, Gabriel Fernández, Leo Gutiérrez, Scola, Andrés Nocioni, Herrmann, Carlos Delfino y Rubén Wolkowyski fueron los héroes que se subieron al olimpo y escribieron las páginas más gloriosas en la historia del básquet.