Fernández Garello: que al menos sirva para cerrar una etapa

Redacción El caso del Dr.Fernández Garello, una situación forzada que poco de realidad parece tener, debe servir para poner un corte a la búsqueda de venganza en nombre de la justicia.

El fiscal general de Mar del Plata Fabián Fernández Garello quedó envuelto en un escándalo luego de que se hiciera pública la denuncia en su contra por su supuesta participación en crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar y ahora organismos de derechos humanos convocan a una concentración a nivel nacional para mañana a la tarde para reclamar por el juicio político al funcionario.

Más de 30 años después de los hechos denunciados y habiendo sido Fernández Garello concejal del Pdo. de Gral. Pueyrredón y Fiscal General del departamento judicial Mar del Plata, llama poderosamente la atención que recién ahora aparezcan los supuestos antecedentes que lo incriminan en delitos de semejante magnitud.

Y esto nos lleva por lo menos a tres reflexiones que tal vez puedan transitar de lo particular a lo general para comenzar a cerrar una etapa en la que ha existido mucha búsqueda de la verdad pero también mucho odio y uso ideológico del dolor de todo un país.

1- Fernández Garello jamás negó su origen policial y por cierto aquí en Mar del Plata fue conocido como secretario de quien ejercía la jefatura de la entonces Unidad Regional IV, el comisario Marcelo Ferreyra quien, dicho sea de paso, fue seguramente uno de los que mejor imagen y recuerdo dejó en la ciudad por su honestidad, firmeza y respeto hacia los ciudadanos, la prensa y sus subordinados.

De allí saltó, integrando la lista que encabezaba el actual miembro de la Corte Suprema de Justicia de la provincia Dr. Eduardo Pettigiani, a una concejalía que luego declinaría para asumir como Fiscal General del Departamento Judicial Mar del Plata.

¿Recién ahora sus acusadores toman nota de que en épocas de la Dictadura trabajó de algo que jamás negó, ocultó o intentó disimular?. ¿Cuál es la pretendida seriedad de las investigaciones si algo que ahora se reputa de evidente durmió ante sus narices durante nada menos que tres décadas?.

¿Todas las investigaciones son de la misma calidad?. Si es así…Dios nos libre; nunca llegaremos a conocer la verdad.

2- Fernández Garello trabajó en el área de inteligencia y siempre lo afirmó como algo que hacía a un destino profesional que le asignaron en su lugar de trabajo. Y si bien el recuerdo de la DIPPBA es ciertamente oscuro, no podemos caer en la injusticia de nop saber diferenciar entre las investigaciones «por izquierda» que se hacían con destino a privar ilegalmente o asesinar a una persona, y las que se realizaban siguiendo todos los pasos administrativos y la cadena de mandos existente y que quedaban en registros oficiales que debían llevar la firma de los responsables.

Tenemos por cierto el derecho a discutir la legitimidad de quienes daban las órdenes y lo hemos hecho desde el mismo momento en que el ex presidente Alfonsín  ordenó llevar adelante los juicios a las Juntas militares que gobernaron el país.

Tanto es así que dos décadas después de aquellas jornadas históricas, el Congreso de la Nación declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto final que permitían un corte horizontal de las responsabilidades y devolvió a juicio a muchos responsables de delitos aberrantes que se habían escudado en ellas. Con buen criterio se concluyó que la tortura, el secuestro, la desaparición forzada, la violación a personas sometidas a la esclavitud del cautiverio, su asesinato y sobre todo el robo de bebés con destino a la supresión de identidad van mucho más allá de cualquier obligación militar de cumplir una orden superior.

La firma de Fabián Fernández Garello aparece en los partes de inteligencia que le fueron ordenados confeccionar como resultado de un trabajo que puede gustar más o menos pero era y es lícito. Porque la acción de inteligencia es parte de la política de seguridad de cualquier gobierno, aunque desde el retorno de la democracia se le haya quitado a las fuerzas policiales la facultad de realizar esos trabajos más allá de la necesaria investigación de hechos delictivos.

No era así entonces, por lo que el trabajo del hoy Fiscal General no solo era legítimo sino también lícito.

3- ¿Hasta cuándo vamos a seguir castigando a todos los que en aquellas negras épocas trabajaban en el estado o los que simplemente están vivos?. Todos entendemos la brutalidad de la represión y mucho más el dolor de las víctimas –sobrevivientes o familiares, amigos o tan solo ciudadanos con la sensibilidad suficiente para enteder la hondura de lo que ocurrió en la Argentina de los 70– pero no podemos desconocer que dentro del la estructura del estado y fuera de ella trabajaron miles de personas que debieron obedecer al orden jurídico impuesto por el gobierno militar y llevar adelante las tareas que les eran impuestas por sus superiores.

¿Es un criminal el personal de un cementerio al que sus jefes ordenaban enterrar como NN a decenas de personas sosteniendo que la documentación «estaba en orden»?. ¿Podían negarse a hacerlo?…tal vez…es discutible.

¿Es un criminal un empleado del Registro nacional de las Personas que emitió un documento de identidad ante papelería supuestamente en orden sin saber que ese niño había sido robado a sus padres en cautiverio?.

En una etapa en la que el estado de derecho estaba ausente debemos ser muy cuidadosos antes de estigmatizar a una persona y/o acusarla de haber llevado adelante parte de la abyecta política de violación a los derechos humanos. Aquí como nunca es válido el concepto del beneficio de la duda. Nadie puede ser sindicado como un monstruo sin antes probar acabadamente que lo sea.

Ojalá el caso de Fernández Garello sirva para que reflexionemos acerca de estas cosas.

No puede la sociedad seguir en manos de los cultores del odio que buscan la venganza por sobre la justicia.

Está en nosotros poner un freno y volver, para siempre, al ámbitode los derechos individuales consagrados por la Constitución Nacional haciendo carne aquello de que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

O aceptar que siempre seremos la sociedad caníbal que nos llevó al triste lugar en el que hoy estamos.