FICCIONES

La Argentina se ha convertido en una ficción. Cada sector insiste en defender posiciones inexistentes y fijarse metas que jamás se cumplirán. ¿Alguien se animará al cachetazo de la realidad?

Cada una de las palabras del presidente en su visita a Nueva York son un libreto para una obra de teatro que nada tiene que ver con lo que la gente quiere ver. Ni somos «garantía de paz» en el mundo, ni estamos «transitando un escenario de cambios profundos» ni tenemos «el apoyo mayoritario de la comunidad internacional».

Insistir con el mismo discurso de sus últimas apariciones en el proscenio de la ONU demuestra que Mauricio Macri ni siquiera ha tomado nota de lo que ocurre a su alrededor: ni Argentina es hoy el país que despertaba expectativas positivas hace dos años ni el mundo es el mismo de entonces.

Nosotros hemos caído en una crisis que, más allá de los miles de centímetros que la prensa escrita le dedique y las horas de palabras huecas que le destinen la radio y la televisión, solo es una más de las tantas y recurrentes crisis que ha vivido y vivirá un país que no se decide a ser liberal o populista y sigue discutiendo cuestiones que se agotaron en el mundo hace ya un cuarto de siglo.

El mundo, mientras tanto, asiste a un fortalecimiento de la divisa norteamericana que la convierte en fuerza de desembarco en estaguerra comercial que ya ha cambiado las reglas de juego y terminará por dar luz a lo que deberemos aceptar para el resto del siglo XXI.

Nada es entonces como hace dos años y nada justifica reiterar los sonsonetes que entonces podían parecer optimistas y hoy quedan en las puertas del ridículo.

El acuerdo con el FMI, que desde el gobierno se anuncia como una demostración de apoyo y confianza, no tiene diferencia alguna con el firmado en 1975 por Emilio Mondelli durante el gobierno de Isabel Perón o el de Jorge Whebe en los estertores del Proceso, Erman González como parte del Plan Bónex o Domingo Cavallo en el final de la gestión De la Rúa.

Solo se trata de ajustar las cuentas fiscales…esa es la historia.

En cada uno de los casos citados la ficción se apropió del mensaje oficial. Cada uno de los presidentes citados hablaron del apoyo de la comunidad internacional, del respeto que despertaba la Argentina y, por supuesto, de la confianza que despertaba su gobierno. Mentira…cada uno de todos ellos terminó huyendo despavorido del poder, sin diferenciar si eran peronistas, radicales o militares.

Solo para consumo interno la diferencia entre militares y civiles, populistas y liberales, progresistas y conservadores, peronistas y radicales o sindicalistas y piqueteros puede tener alguna importancia: el mundo nos ve como un país que esconde tras las aparentes antinomias una endémica corrupción, una visión anclada en el pasado y sin atisbo de interés para el futuro y una sociedad que ha terminado creyendo cierto aquello de la tierra bendecida que jamás podrá agotarse pese a las crisis recurrentes.

En síntesis…mientras nosotros nos creemos vivos la comunidad internacional nos juzga despreciables. Y  un país traspasado por el atraso, la pobreza y la desocupación parece darle clara razón a una de esas dos posturas…

Mientras sigamos aferrados a la ficción -esa que hace repetir a la mitad del país que con Cristina vivíamos mejor y a la otra que con Macri vamos hacia el desarrollo- no vamos a salir de un atolladero en el que nos metimos por soberbia, frivolidad y rechazo por el esfuerzo.

Estamos en un momento crucial de la Argentina: o tomamos contacto con la realidad y discutimos en serio un modelo de país o seguimos este recorrido pendular que cada una década nos deposita en una nueva ficción nacida de el fracaso de alguna de las dos ficciones que nos vienen arrastrando desde hace docientos años.

¿Es posible?…claro que lo es. Solo se trata de entender que hoy no somos nada puertas adentro -el 80% de los argentinos viven muy mal- ni tenemos espacio alguno puertas afuera.

Lo que aunque solo sea un  diagnóstico serviría para encontrar un lugar para hacer pie.