En el que seguramente supone el paso más revolucionario de su papado, sostuvo hoy que «no es cierto que los divorciados que vuelven a formar una pareja estén privados de la comunión».
«La Iglesia no tiene las puertas cerradas a nadie». Es la frase con la que el papa Francisco ha concluido este miércoles su audiencia general, la primera tras más de un mes sin ellas por el verano. En su afán por no excluir de la Iglesia a nadie y su intento por abrirla a nuevas formas de familia, Jorge Bergoglio se ha referido a los divorciados que han vuelto a tener pareja, personas que «no están excomulgadas, como algunos piensan», sino que «forman parte siempre de la Iglesia».
Una apertura que el mismo Bergoglio estima contradictoria y que levantaría críticas dentro de la propia Iglesia, porque la doctrina sostiene que quienes se divorcian contradicen el sacramento del matrimonio y, por tanto, quedan excomulgados. Sin embargo, Francisco ha abogado por «manifestar la disponibilidad» hacia ellos. Se dijo consciente de que «tal situación contradice el sacramento cristiano», pero apeló a que la Iglesia actúe como una «madre que busca el bien» y lo haga sin excluir a nadie.
«Es necesaria una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que en efecto no están excomulgadas, como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia», ha sentenciado.
De hecho, ha defendido que el riesgo de dejar fuera de la Iglesia a los divorciados es desatender a los hijos pequeños, que quedarían fuera de una educación cristiana. Y se ha preguntado: «¿Cómo podemos pedirles a estos padres educar a los hijos en la vida cristiana si están alejados de la vida de la comunidad?». La Iglesia es, para Bergoglio, «la casa paterna en la que hay espacio para todos» y de la que también los divorciados «pueden formar parte».
Se trata del primer Papa que afirma que los divorciados no quedan apartados de la comunión, una idea que Francisco había sugerido en otras ocasiones. De hecho, el mes de junio pasado llegó a admitir que a veces la separación de un matrimonio puede ser «moralmente necesaria» cuando se hace para proteger al cónyuge más débil o a los hijos más pequeños. Entonces rechazó denominar este tipo de situaciones familiares como «irregulares» y pidió que la Iglesia se plantee ayudar y acompañar a estas familias.