Francisco y sus polémicas definiciones sobre el capitalismo

El papa pidió el sábado a empresarios «cambiar las reglas de juego del sistema económico social», para que una «economía que mata» pueda transformarse «en una economía que hace vivir».

«Hace falta apuntar a cambiar las reglas de juego del sistema económico-social. Imitar al buen samaritano del Evangelio no es suficiente», aseguró el Pontífice este sábado en un encuentro con 1100 emprendedores de la «economía de comunión» apoyada por el Movimiento de los Focolares.

«Un empresario que es sólo buen samaritano hace la mitad de su deber: cura las víctimas de hoy pero no reduce las de mañana«, aseguró Francisco, quien tantas veces se ha mostrado comprensivo y hasta amigable con gobiernos que convierten a sus países en una fábrica de pobres. ¿Es justo responsabilizar por ello a los empresarios y no a los gobernantes y su falta de reglas claras que sirvan de límite al abuso pero potencien el esfuerzo y la inversión de los emprendedores?

«Un empresario de comunión está llamado a hacer de todo para que también aquellos que se equivocan y dejan su casa puedan esperar un trabajo y un salario digno, y no terminen comiendo con los cerdos. Ningún hijo, ningún hombre, ni los más rebeldes, merecen las bellotas», agregó, luego de pedirles que rechacen «la meritocracia invocada por tantos que en nombre del mérito niegan la misericordia», lo que supone una grave confusión conceptual propia del populismo al que Bergoglio siempre ha adherido y ahora pretende institucionalizar como pontífice.

Y es que si las sociedades se basasen en esa «meritocracia» que él descalifica, no caerían en ese «igualitarismo» que tracciona hacia abajo y pone en un pie de igualdad a quien se prepara y se esfuerza con quien todo lo espera de la mano abierta y dispendiosa del estado.

«El capitalismo conoce la filantropía, no la comunión. Es simple donar una parte de las ganancias sin abrazar y tocar a las personas que reciben esas migas. En cambio, incluso cinco panes y dos peces pueden alimentar a las multitudes si son lo que uno comparte de toda la vida. En la lógica del Evangelio, si no se entrega todo no se da lo suficiente» los animó el Papa ya en el vórtice de su confusa definición. En todo caso el capitalismo no debe ser abusivo, pero tampoco será obligado a compartir todo con quien nada tiene, sin medir los motivos de esa postración.

El Papa niega entonces el valor del esfuerzo en el emprendedor y de la vocación de promoción en el humilde. Y al hacerlo se emparenta con lo peor de un colectivismo que nada tiene que ver con la propia palabra del Jesús al sostener que «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» o el principio bíblico que sostiene que «ganarás el pan con el sudor de tu frente».

Francisco resaltó además a los empresarios que un «tema central» es el de «la pobreza».

«Hoy inventamos algunos modos para curar, alimentar, instruir a los pobres y algunas de las semillas de la Biblia florecieron en instituciones más eficaces que las antiguas. Incluso el tema de los impuestos debe tener solidaridad, que viene negada en la evasión y la elusión fiscal que, antes de ser actos ilegales son actos que niegan la ley básica de la vida: la ayuda mutua».

«Pero el capitailsmo continúa creando descartados que luego quiere curar. El principal problema ético de este capitalismo es la creación de descartes para luego buscar esconderlos o curarlos para que no se vean. Una grave forma de pobreza de una civilización es tratar de no ver más a sus pobres, que primero vienen descartados y luego escondidos», denunció Francisco.

En resúmen una encendida arenga contra el capitalismo, al que engloba sin detenerse siquiera en rescatarlo como sistema creativo que respeta la propiedad del hombre y sus libertades personales, pretendiendo no si clara intención descalificatoria que es repudiable en esencia y no, como creemos, en las formas de su aplicación.

Y sin explicitar, por supuesto, si la alternativa que plantea está vinculada al socialismo u a otra forma de colectivismo. Lo que coloca al pontífice en el umbral de la entelequia o el engaño.

Fuente: Télam