Suicidios en la policía: un drama con mil preguntas y ninguna respuesta

RedacciónEl aumento de los casos de suicidio en las fuerzas policiales nos lleva a preguntarnos seriamente acerca de cual es el motivo para que avance este drama al que todos parecen silenciar.

La Policía no solo no informa de estos casos por política interna, sino que tiene por costumbre no comentar cualquier asunto vinculado con este tema.

Esta forma de actuar se une al tabú que durante muchos años ha imperado en relación a este drama en los medios de comunicación, que se han negado en firme a hablar de este asunto. Tanto unos como otros han argumentado siempre que abordar el suicidio tiene un efecto contagio en la sociedad, sin tomar nota que el avance del fenómeno requiere que se debata y se prevenga, tratando de minimizar los riesgos y las presiones que hoy caen sobre los agentes policiales en particular y los ciudadanos en general.

Este silencio mediático y policial ha provocado que el Ministerio del Interior nunca ofrezca datos oficiales respecto al número de suicidios que tienen lugar en la Policía y en la Guardia Civil y que la prensa tampoco pregunte por ellos. Y es aquí donde aparece una vez más la necesidad de avanzar en la sindicalización policial, lo que no solo ayudaría a visibilizar este tema sino que seguramente serviría para avanzar con mucha mayor profundidad en el estudio de las múltiples causas que pueden explicar este creciente fenómeno del suicidio.

«Esconder las vulnerabilidades no resuelve el problema; al contrario, aumenta el riesgo de que los casos vayan en aumento», aseguran los especialistas en este tipo de perfil suicida vinculado a determinada presión profesional.

«Debido al aumento de casos detectados en los últimos años el colectivo está preocupado y viene reclamando la necesidad de adoptar medidas preventivas, pues los funcionarios viven continuas situaciones conflictivas derivadas de su labor profesional que no todo ser humano es capaz de llevar con normalidad y que les repercuten en su ámbito profesional y personal», argumentan los promotores de tomar el toro por las astas. «Los trastornos de ansiedad y depresión son mayores que en otros grupos profesionales», añaden.

Entre las causas detectadas se encuentran el disponer de arma de fuego, el desempeño de un «variado conjunto de roles» en su labor profesional, la «falta de comprensión» por parte de algunos mandos respecto a las situaciones profesionales de los subalternos y «la dificultad para conciliar vida familiar y laboral» por los difíciles turnos y el movimiento de destinos. Y destacan muy especialmente  la falta de reconocimiento, el injusto reparto a la hora de ascensos y destinos -más vinculados al «acomodo» político y funcional que a una verdadera escala de méritos y el «detrimento del poder adquisitivo por una estructura salarial perversa que obliga al agente a trabajar más allá de sus posibilidades físicas o convertirse en parte de la corrupción generalizada para redondear un ingreso que le permita afrontar con posibilidades una vida digna», como otras causas colaterales que influyen en el ánimo de los policías.

Existe además un factor en el que todos los consultados se ponen de acuerdo: la demanda política de «más policías» y la instalación de la seguridad como tema central de las campañas electorales posteriores al descalabro social de 2001 ha relajado los controles de entrada: hoy un joven puede convertirse en policía en pocos meses, cuando antes eran necesarios años de academia e internado. «La selección es inadecuada», explica una fuente médica que prefiere mantener el anonimato y que acepta que los controles sicológicos y las pruebas de equilibrio psico-físico son hoy insuficientes para saber si el postulante está en condiciones de soportar el conjunto de presiones antes señaladas.

Lo cierto es que el tema requiere un urgente tratamiento y que la noticia acerca del suicidio o intento de suicidio de agentes policiales -de todas las jurisdicciones y fuerzas- se ha convertido en pan de todos los días.

Y ya no alcanza el espíritu de cuerpo o la solidaridad individual y/o colectiva. Hace falta un abordaje profesional, abierto y con ánimo de solución y no de ocultamiento. Que sin duda exige un rápido reconocimiento del derecho a la sindicalización -que en este caso significa la seguridad de que entre jefes y subalternos habrá un vaso comunicante que informe acerca de estas cuestiones- y una rápida jerarquización de la carrera policial en lo formativo, salarial e infraestructura.

No hacerlo multiplicará el problema y acostumbrará a todos, policías y el resto de la sociedad que ellos también integra, a que esto es tan solo «un problema más».