Francisco y un nuevo gobierno que busca cambiar la Iglesia

RedacciónEnfocado en «la conversión misionera de la Iglesia» crea el dicasterio para la Evangelización presidido por el papa pero con fuerte presencia laica.

 

Ocho años de trabajo y tal vez la concreción de aquella promesa inicial de su papado cuando propuso un cambio profundo en el manejo de la iglesia católica.

El Papa Francisco promulgó y publicó este sábado la nueva Constitución «Praedicate Evangelium» que reforma el Gobierno de la Iglesia y su servicio en el mundo y en la que había trabajado junto con el Consejo de Cardenales. Si una primera conclusión puede sacarse del documento es la intención de limitar el poder interno del sumo pontífice -al menos en cuestiones vinculadas con los graves problemas internos de la institución- y rodearlo de especialistas y asesores entre los que los laicos comienzan a tener singular importancia.

El nuevo esquema suplanta al reglamento mucho más verticalista que había sido instaurado por Juan Pablo II el 28 de junio de 1988 y modificado con tres motu proprio de Benedicto XVI (2011, 2013 y 2013) y un motu proprio de Francisco (2014). Ahora, por fin, una Constitución definitiva aclara y transparenta el siempre encriptado mundo de la conducción vaticana.

Tal vez lo más importante, o al menos lo que puede ser el hilo conductor para entender el cambio propuesto, lo encontremos en el preámbulo del documento: allí se anuncia que todo lo que sigue responde a «la conversión misionera de la Iglesia». Toda una definición que, sin decirlo ni sugerirlo, aleja a la institución del concepto liturgista en el que se había encerrado, especialmente durante el reinado de Benedicto XVI.

La creación del dicasterio (ministerio) de Evangelización, que será presidido por el propio papa pero contará con la participación de laicos e instituciones invitadas, o la partición de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se ha dividido en dos secciones: una disciplinar que se ocupará de los procesos con la intención de acelerar las causas sobre los abusos a menores y la otra doctrinal, que se ocupa de la reglas sobre la fe y la moralidad, también con asesoramiento externo de laicos especialistas, muestran a las claras la intención de Francisco de avanzar más rápidamente en dos aspectos centrales de la crisis que hoy atraviesa la Iglesia Católica: los escándalos de pedofilia y su ubicación frente a los desafíos de la relación humana en los tiempos que corren.

Por ello se ha incluido la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, «cuya tarea es asesorar y aconsejar al pontífice y proponer las iniciativas más adecuadas para la protección de los menores y las personas vulnerables».

Otros cambios que alcanzan a la disposición de la ayuda social y económica de Roma a los sectores más débiles -que habilitan decisiones del propio pontífice y que pueden llegar a tener efectos patrimoniales importante con respecto a bienes y riquezas de la iglesia en el mundo- muestran a las claras una orientación que seguramente será criticada por los sectores conservadores pero que pretende un nuevo aire, nuevas políticas y una fuerte apertura a la participación de los laicos en el gobierno vaticano.

Francisco había prometido renovar el aire y esta nueva Constitución parece caminar en ese sentido. Habrá que ver si lo dejan…