Estaba extasiada con su propio baile, lanzada como adolescente excitada en bailanta de arrabal, cuando alguien puso en sus manos una gorra de la agrupación del detenido dirigente. Y cayó…
Todos la usan (o la usaron) para colgarse de lo que fue un poder omnímodo y hoy muestra solo migajas. Pero nadie la cuidó, la cuida o la cuidará…
Cristina es otra integrante de la larga lista de «líderes» peronistas que creyeron que «el pueblo estaba con ellos» y que todos deberían rendirles pleitesía. Como Herminio, como Menem, como Duhalde…como tantos.
A su turno todos conocieron de traiciones, de abandono y de soledad. Tal vez porque nunca supieron persuadir y prefirieron comprar lo que no tiene precio: la lealtad.
Hoy en Rácing, rodeada de afectos comprados y otros sinceros, cayó en la trampa de los que creen que todos están para protegerlos y rendirles pleitesía: sobre el final del acto alguien se acercó y puso en sus manos una gorra de la agrupación del encarcelado dirigente Pata Medina. Y con la naturalidad de quien cree que todos la aman y nadie buscará dañarla, Cristina se la puso, para que la viera todo el país.
Papelón, vergüenza, postal de la estupidez. Un clásico de los líderes artificiales de este tiempo mediático y seudo democrático…