Grietas eran las de antes y sin embargo se cerraban

Aquellos que en los 70 nos sumergimos en la lucha política, absurdamente traspasada por la violencia y orígen de la noche negra del país, sabemos lo que es «la grieta» y que no vale la pena.

Por Adrián Freijo

Esta mañana recibí, junto con otra de sus imperdibles notas, unas líneas de José Luis Ponsico que, lo confieso, me hicieron «piantar un lagrimón». Porque aunque la historia que me recuerda siempre la tengo presente, me hizo reflexionar sobre tanto enfrentamiento salvaje en este tiempo político en el que toda la lucha se da solo por el poder y el dinero, y aquellos tiempos y aquellos hombres que al luchar por ideas no lográbamos guardar resentimiento con nuestros adversarios y, en no pocos casos, con nuestros enemigos.

Pero primero leamos las líneas del recuerdo de José Luis:

(*) Pasaron algo más de ocho años … vos tomando tu cafecito
matinal en el hotel de Catamarca y 3 de febrero, que regentea
el ínclito azulgrana, Daniel Fernández

El suscripto había estado organizando una mutual marplatense
para ex futbolistas. Una gestión de Daniel Rodríguez, financiada
por Jorge Bosco, derivó en cena «universal» en el Club de la
Motonáutica

Hasta viajó Carlos Bilardo, setiembre´08, titular de Deporte de
la provincia de Buenos Aires. Daniel Fernández con su proverbial
gentileza permitió alojamiento a varios legendarios

Entre otros, José Varacka, Mario Rodríguez, Oscar Pocho Pianetti
la Garza Guzmán, José María Silvero …

Me levanté temprano por si bajaba alguno de ellos, para ser un
poco de protocolo en el desayuno. Daniel que me dice

«¿ Sabés quién está allá en la mesa de la vidriera ?» indagando

«Lo conozco. Hace mucho que no nos vemos… ¿ Puede ser
Adrián Freijo ?» contesté con otra pregunta, luego de mirar.

«No se llevaban bien, ustedes ¿ no ?» siguió Fernández

«Bueno, pasaron casi 40 años… lo voy a ir a saludar …» dije.
Levanté el pocillo y me corrí hasta tu mesa.

Daniel después dijo: «José Luis, te felicito. Fuí único
testigo del gesto de grandeza … Adrián es mí amigo y a vos
te conozco ahora. Me llevo de vos un gran recuerdo»

«Adrián … no sé si te acordás de mí … Soy … «

» ¡ Cómo no voy a saber quién sos vos… Por favor, sentate …!»

La película se llamó «Algo para recordar»

Recuerdo aquella mañana, aunque el hecho de haber construido desde entonces una amistad cotidiana, entrañable y de comunicación casi diaria la haya dejado muy atrás en nuestra relación.

José Luis y yo encarnábamos las dos caras de un peronismo dividido, enfermo de egocentrismo, soberbio frente al pensamiento del otro. Él desde el ala «revolucionaria» y yo desde la vieja «ortodoxia». Y eso bastaba para que el prejuicio estigmatizara al otro, por el solo hecho de pertenecer al «enemigo». Digamos también que, como resultado de su conducción pendular, Perón ayudó a exacerbar aquellas diferencias…y cuando quiso dar marcha atrás -ya en el poder no le convenían las divisiones- ya era tarde.

¿Porqué ibamos a quedar alejados, peleados, enfrentados, dos tipos que habíamos entregado nuestra juventud a lo que soñábamos?. José Luis sufrió mucho más que yo; le tocó quedar del lado de los perseguidos por un régimen violento y criminal que encarnaron los militares pero ya había asomado su cabeza apenas muerto el viejo líder.

Pero aquella mañana en el café del Hotel Los Leños pudimos abrazarnos, conversar de todo y de todos y dar el puntapié inicial de una relación que sigue encadenando notas periodísticas, primicias y análisis compartidos, tiras de asado en la Parrilla Jorgito y sobre todo el placer de mirar a los ojos a un adversario de ayer que es hoy un amigo entrañable y saber que ninguno de los dos faltó a sus convicciones.

¿Grieta?…¡¡¡ qué nos van a hablar de grieta !!!; lo de hoy es pozo ciego.