Escribe Adrián Freijo – Que el árbol no tape el bosque: las bravatas de salida de un gobierno que se queda sin poder en el país y en su propio partido no son otra cosa que espasmos de debilidad.
¿A quién se le puede ocurrir ensuciar una ceremonia de cambio de mando?, ¿tiene algún sentido?, ¿puede cambiar la situación de derrota del que se va o la de triunfo de quien llega a gobernar durante los próximos cuatro años?.
Y en todo caso…cualquier efecto que se consiga -mientras no se caiga en la demencia de generar violencia- no pasará de lo anecdótico y seguramente ayudará a que los que lo generen pierdan aún más el apoyo de la ciudadanía.
Cristina Kirchner se parece hoy mucho más a un cadáver político que a una dirigente con posibilidades de retornar al poder. Las consecuencias de una administración desastrosa, que deja al país prácticamente quebrado, serán tan notorias en los próximos tiempos que resultará imposible que la flamante ex mandataria se haga la distraída.
Mal administrada, saqueada por la corrupción, engañada en los números reales de su economía y de su gente en condiciones de sufrimiento, aislada del mundo civilizado y atada al furgón de cola de populismos que se caen a pedazos, la Argentina se convertirá en el principal testigo de cargo al momento de juzgar un gobierno tan dañino como inmoral.
Por eso debemos ser prudentes al momento de expresar el enojo que nos causan los caprichos desequilibrados de una mujer que poco contacto ha tenido en los últimos años con la realidad. Lo que hoy hace no es muy distinto de lo que venía haciendo desde hace ya un largo tiempo.
Ni tampoco enfurecernos por las idioteces de sus seguidores. Seamos sinceros: usted y yo tenemos cerca a muchos fanas de Cristina y sabemos que la mayoría de ellos son tan solo vivillos y especuladores que han vivido un largo tiempo rascándose la panza y saben que ahora se les termina el privilegio. Y saben, como nosotros, que la intemperie que les espera los obligará a algo de lo que abominan y además no saben hacer: trabajar.
Por eso, calma, paciencia y buen humor.
Gritarán, amenazarán, corearán estribillos -sucedáneo siempre utilizado por quienes no tienen ideas propias- y sobreactuarán un poder que ya no tienen.
Pero lo único importante es que, uno a uno y en hilera, ya se están yendo.
Que tengan un buen viaje.