Guerra sucia: los niños que mató Herodes y la Argentina escondió

En los Setenta el país fue «el reino de Herodes», y todo se dividía por dos; la ideología y la vida misma. 40 años después buscamos la verdad para honrar a los chicos de la guerra. Pero…¿a todos?.

Paula Lambruschini (15 años), David Kraiselburd (bebé de meses), María Guillermina Cabrera Rojo (3 años), María Cristina Viola (3 años), Juan Barrios (3 años), Guillermo Capogrossi (6 años), Claudio Yanotti (9 años), Gladys Medina (13 años), Laura Ferrari (18 años), constituyen los niños/as y jóvenes adolescentes inocentes, víctimas del accionar de la guerrilla que, en busca de «justicia revolucionaria» para sus padres no dudó en cobrarse estas vidas en la forma más violenta.

¿Eran estos niños criminales?, ¿no había ni hay para ellos derechos humanos?, ¿no hay reparación?...¿es que ni siquiera habrá reconocimiento?.

Pocas horas después del brutal asesinato de Paula Lambruschini -en el que Montoneros voló el edificio lindero al que ocupaba la familia del ex Jefe de la Armada, matando a tres moradores que nada tenían que ver con los enfrentamientos por el poder que signaban el país de entonces- la propia organización,  comandada desde Roma por Mario Eduardo Firmenich, emitió un «parte de guerra» adjudicándose el atentado llevado a cabo por su Pelotón de Combate Especial «Eva Perón», lamentando que se hubieran producido «víctimas inocentes» en «una guerra… declarada por la dictadura de Videla».

Eso fue todo; ni una sola palabra de arrepentimiento y un argumento –los daños colaterales– que ellos mismos utilizarían luego como argumento para condenar a los dictadores.

Cuarenta años después estos niños, cuyas vidas y derechos fueron sesgados por la violencia de uno de los bandos en pugna como la de tantos otros por aquella dictadura horrorosa que no ahorró violencias para salirse con la suya, siguen esperando que esa inmensa franja de argentinos que se supone de buena fe, exija para ellos el reconocimiento de la historia y el homenaje por la sangre inocente derramada por quienes, por esa cosa de la política, terminaron siendo los dueños de una verdad histórica putrefacta.

¿Alguna vez será?…