Así funciona la complicidad barra-policía en la Boca

Con complicidad policial y a la vista de todo el mundo se finge un cacheo cerca del estadio. En el trayecto entre esa falsa requisa y la Bombonera los barras recogen todo lo que desean ingresar.

A poco más de 200 mts. de la Bombonera un cordón policial espera a La 12 para realizar el cacheo no tan sólo de sus integrantes sino también de las banderas, bombos y redoblantes que trae consigo.

Unas dos horas antes del comienzo del partido se inicia este ritual de «trapos» desplegados en el suelo, palpadas casi teatrales y control integral. Nunca se encuentra nada.

La calle en cuestión es Pinzón y está cortada contra una de las paredes del mítico estadio. Al llegar a esa encrucijada la barra dobla a su derecha y desemboca en el playón de ingreso que los deposita en la entrada que tienen asignada y que los depositará en su histórica bandeja. Allí ya no son revisados ya que se supone que la policía ya los controló previo a la llegada al estadio.

Sin embargo, tan sólo minutos después todos su líderes y lugartenientes estarán armados, la droga correrá por la tribuna como si fuese agua y la ordalía de violencia y muerte volverá a su apogeo.

¿Qué pasó?, ¿drogas y armas estaban en la Bombonera?. NO, ESO NO ES ASÍ NI NUNCA LO FUE.

Ocurre que en una vieja edificación de la misma calle Pinzón a escasos treinta metros de su intersección con Irala, La 12 guarda todos sus pertrechos y, habiendo dejado 100 metros atrás el cacheo, sólo tiene que abrir la puerta y hacerse de ellos.

La policía lo sabe, la dirigencia lo sabe y todos lo ven cada vez que Boca juega de local.

Pero por supuesto nadie hace nada y todos se benefician económicamente de la situación. La pesada boquense mueve cerca de 6 millones de pesos por mes, sin contar el producido de una de sus especialidades que son los secuestros extorsivos de los que suelen ser víctimas empresarios y comerciantes que operan en la cueva financiera que -con especial protección del gobierno- los jefes de la hinchada tienen en el microcentro porteño. 

Si alguna vez los investigadores de estos secuestros «se acordaran» de preguntar a las víctimas se toparían con esta novedad que todos conocen y que nadie habla. Claro, operar el blue es delito tanto para el que vende como para el que compra…por eso es mejor callar.

En resumen, delitos por doquier y a la luz del día. Y que por razones «efectivamente» obvias se seguirán cometiendo sin que nadie haga nada para evitarlos.

Aunque los delincuentes actúen en domicilios fijos y a cara descubierta.