Por Adrián Freijo – «Platita» para egresados, «platita» para actores, «platita» para planes sociales, «platita» para todos, menos para los jubilados. El silencio de los defensores del gobierno torna miserable.
Hay una diferencia entre quien apoya un proceso determinado y quien, por fanatismo o miserabilidad, aplaude hasta la exageración los aciertos y calla con complicidad los errores, por groseros que estos sean.
En el contexto de una campaña en la que el gobierno salió a revolear dinero a cambio de votos, y en el que se benefició a actores, egresados -porque aunque una manda judicial haya frenado el intento la decisión sigue estando, al menos en el anuncio- y se dispusieron aumentos para planes sociales y subsidios al tiempo que congelamiento de tarifas y precios de mostrador, nuevamente los jubilados fueron dejados de lado y nada hubo para ellos pese a ser seguramente uno de los eslabones más débiles de la cadena.
Indigna ver la sonrisa estólida de Fernanda Raverta anunciando como reparte sin ton ni son los fondos de la ANSES, mientras mantiene un silencio criminal acerca de los motivos por los que nada se dispone para quienes son, justamente, los dueños de ese dinero. Mientras las oficinas de las ANSES se convierten en verdaderas unidades básicas a las que concurren punteros y militantes a recibir fondos para seguir adelante con la campaña, millones de viejos sufren los embates de la inflación y ven como se licuan sus magros ingresos jubilatorios en medio de tanta «festichola» que, involuntariamente, siguen financiando.
Pero tampoco puede soslayarse la responsabilidad de quienes, siendo adherentes al actual gobierno y al kirchnerismo, miran para el costado sin alzar la voz para que se revise esta verdadera injusticia. El silencio se vuelve cómplice y esconde una perversión equiparable a la de los que disponen, actúan y dilapidan la plata de los adultos mayores.
Y así como la sociedad argentina reclama de los gobernantes cambios que parecen no llegar nunca, también exige de quienes dicen creer en este gobierno y sus líderes una respuesta que termine con cualquier duda y ponga las cosas en su lugar: ¿usted está de acuerdo con que el dinero de los jubilados vaya para cualquier destino, menos a manos de sus verdaderos dueños?.
Porque de ser así, sería bueno que comience a reflexionar acerca del futuro que a usted mismo le espera una vez que llegue a la edad del retiro.
Salvo, claro está, que para entonces pueda seguir medrando con la plata ajena, al conjuro de la palabra que abre la cueva de Alí Babá: «Viva Cristina».