Julio Aro y una historia que supera los odios y devuelve la paz

El ex combatiente, postulado al Premio Nobel de la Paz junto al inglés Geoffrey Cardozo por su trabajo de reconocimiento de restos de soldados argentinos en Malvinas, nos deja una lección de vida.

Es una de esas notas duras, difíciles de llevar por la alta carga emotiva que traen consigo, pero que al final nos dejan enseñanzas y una extraña paz interior. Esa que surge de saber que aún existen personas capaces de dedicar su vida al servicio de causas que se convierten en sueños y sueños que trocan en objetivos reales.

Julio Aro fue combatiente durante la Guerra de Malvinas; y como tal sufrió todos los avatares de un conflicto sangriento e intenso en el que nuestros soldados peleaban no solo contra el enemigo inglés sino contra la falta de preparación, de pertrechos y un clima salvaje y hostil que por momentos se convertía en el peor adversario.

Y también sufrió aquel retorno vergonzante, a espaldas de una sociedad que al mismo tiempo se las daba tratando de lavar sus propias culpas y ese abandono por parte de estado que, con algunas escalas de forzada dignidad, sigue hasta el día de hoy.

Conocer a Geoffrey Cardozo, el oficial inglés que dedicó los días posteriores al final del conflicto a enterrar e identificar a los soldados argentinos, «poniéndolos en tres bolsas para cadáveres para mantener lo mejor posible esos cuerpos para el día en que viniesen a identificarlos», cambió la vida de Julio para siempre.

Juntos comenzaron a trabajar en la identificación, en la búsqueda de los familiares de los caídos -muchas veces reticentes y hasta enfrentados al proyecto, hasta el momento en que recibían la noticia de que su ser querido ya tenía un cuerpo, un lugar, un nombre y una historia- y en conformar los equipos y tender las redes diplomáticas que les permitiesen trabajar en el archipiélago, exhumar los cadáveres y volver a sepultarlos, ya con una cruz que llevase el nombre de cada uno.

En esas tumbas con la inscripción «Soldado argentino solo conocido por Dios» se encontraron con hasta cuatro cuerpos juntos, de los que con mucha suerte uno solo poseía un apellido, lo que hizo sumamente complicado el trabajo. pero la voluntad no se quebró y hoy Aro puede decir, con orgullo y emoción, «solo quedan diez cuerpos a los que debemos buscarles un nombre».

En la charla con LIBRE EXPRESIÓN RADIO 96.3 FM Julio Aro recorre todos los temas: su vida como combatiente, sus estados de ánimo, la relación con los familiares, la postulación al Premio Nobel de la Paz, lo duro del trabajo realizado, sus hijos, sus amigos, la actitud de la sociedad entonces y ahora, la desconfianza de la acerca de las motivaciones que lo mueven a hacer este esfuerzo y, en fin, todos los escollos con los que se encuentra en la Argentina aquel que busca alcanzar sueños y objetivos que van más allá de la ambición o el poder.

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