La Autovía 2 liberada al delito con complicidad oficial

(Redacción) – Lo ocurrido con Lalo Ramos no es un rayo en un día de sol. Son varias las personas que han sufrido ataques, robos y secuestros express en una ruta liberada a los delincuentes.

Quienes conocen el submundo del delito dicen que quienes secuestraron al ex corredor de TC «no hacían de policías»; eran policías.

El método del secuestro, las torturas físicas aplicadas y sobre todo la tranquilidad con la que circularon por varios kilómetros con su «carga» indica, según los expertos, que sabían que no iban a ser interceptados.

Sea como fuese el caso de Ramos demuestra el grado de inseguridad que existe en la ruta que uno nuestra ciudad con la Capital federal y la falta de control policial que garantice tranquilidad para quienes la transitan.

La falta de móviles policiales, el hecho de haber quedado el personal caminero sometido a una función meramente recaudatoria, la indiferencia de la empresa beneficiaria del peaje que no realiza control alguno durante el trayecto y las múltiples vías de escape para los delincuentes suponen un cóctel explosivo que pagan los ciudadanos cada día.

En los mentideros policiales -aquellos que suponen una inmensa mayoría que no quiere ver a la institución involucrada en estos temas- se habla ya de zona liberada y se señala a algunos destacamentos camineros como el eje de la actividad delictiva. Y afirman que no es casualidad que se encuentren en cercanía de obradores utilizados como refugio de los delincuentes que asolan esas zonas.

Micros asaltados en Florencio Varela, varios otros en las cercanía del cruce de Etcheverry, violentas entraderas en barrios privados apostados sobre la Autovía -como la ocurrida en el  «Haras del Sur» hace pocos meses- o aprietes a automovilistas en el tramo que va de Samborombón hasta la autopista Buenos Aires-La Plata, hablan a las claras de una zona libre de control y en la que los delincuentes se mueven con absoluta impunidad.

Otro agujero negro de una provincia en la que la seguridad es un cliché utilizado exclusivamente para hacer publicidad electoral, pero en la que sus ciudadanos quedan en manos de Dios cuando transitan por las calles, están en sus casa o como en este caso salen a una ruta en la que además deben pagar para utilizarla.

La Autovía 2 se convierte entonces en un corredor para el delito. Peligroso y lamentable….