Dicen que la sabiduría está en encontrar siempre el punto medio.»Ni calvo ni con dos pelucas» decían nuestros abuelos…y nadie puede negar que supieron hacer un país más exitoso que el actual y sobre todo construir una sociedad capaz de dar posibilidades de futuro a quienes venían detrás de ellos.
Mar del Plata nunca ha sido una ciudad demasiado ocupada en preservar su pasado y eso ha sido sin duda alguna una verdadera pena.
Como lugar elegido por las familias más aristocráticas del país allá por fines del S XIX y la primer mitad del S XX, nuestra ciudad supo conocer algunas de las más exquisitas expresiones de la arquitectura de aquellos tiempos. Heredera de las mejores escuelas europeas, la moda constructiva de entonces dotó a la ciudad de bellas expresiones del verdadero arte de inmpactar al otro, algo muy vinculado al exhibicionismo de las clases más pudientes.
La explosión de la construcción horizontal en la segunda mitad del siglo pasado hizo tabla rasa con toda aquella belleza y Mar del Plata se llenó de «pajareras» de nulo valor estético pero que cumplieron el fin de convertirla en la ciudad de todos los argentinos.
Hoy son pocas las construcciones que merecen ser protegidas por su valor histórico, cultural y arquitectónico.
Es común observar que muchas de las que caen bajo el mote de «protegidas» son en realidad chalets cuyo único mérito radica en la antiguedad, como si en toda época no se hubiesen construído casas que merecen ser cubiertas bajo ese paraguas y otras que no.
Ser conservacionista no es una vocación histérica y nostalgiosa sino que supone entender sobre riqueza arquitectónica, estilos o valores históricos que radiquen en cuestiones ocurridas entre esas cuatro paredes y que representen hechos que hayan afectado a la comunidad y que por tanto merezcan ser preservados.
La lucha alzada a la que hoy asistimos -rodeada de denuncias de corrupción en las que se mezclan el aserrín con el pan rallado- nada tiene que ver con esas cuestiones y nada van a aportar a lo que realmente tendría razón de ser: enseñar desde el conservasionismo lo que ha sido la verdadera historia de Mar del Plata.
Lo demás termina siendo otra cara de aquella medianía frívola que nos llevó a perder el pasado sin que llo haya definido suficientemente el futuro.
Algo tan triste como mediocre…