Las diferencias entre las potencias occidentales y Teherán no invitan al optimismo y agregan otro foco de tensión al momento más difícil del mundo en veinte años.
Barack Obama quiere que un Irán sin armas nucleares -aunque con un programa nuclear activo- sea su legado en política internacional. Pero ese proyecto está al borde del colapso. Las negociaciones en esa dirección entre las seis potencias del G5+1-encabezadas por EEUU- y el régimen de Irán entran hoy en su última semana sin visos de acuerdo.
El objetivo es lograr el lunes que viene un acuerdo para que Irán mantenga su programa nuclear pero se comprometa a no enriquecer el material radioactivo hasta el nivel necesario para fabricar bombas atómicas. En otras palabras: Irán trendrá la capacidad de producir armas nucleares, pero no lo hará. Ése es el preacuerdo alcanzado exactamente el 24 de noviembre de 2013. Pero ha pasado un año desde entonces y, según fuentes del Gobierno estadounidense ciatadas por el ‘New York Times’, las posibilidades de un acuerdo definitivo no superan en 50%.
La clave de la controversia es la pureza del material nuclear que Irán sería autorizado a tener. Las seis potencias negociadoras quieren que Teherán necesite al menos 12 meses para ser capaz de fabricar una bomba atómica. En ese caso, levantarían todas las sanciones económicas a ese país. Pero Irán rechaza más de seis meses.
Transparencia total de la República Islámica
El problema es que alcanzar un límite tan preciso exige una transparencia total por parte de la República Islámica. Sin embargo, el Organismo Internacional para la Energía Atómica (IAEA, según sus siglas en inglés) ya ha dejado claro en varias ocasiones que Irán no está cumpliendo su parte del preacuerdo de permitir el acceso de los inspectores internacionales a ciertas áreas de su programa nuclear.
A las dificultades técnicas se suma la divisisión política en EEUU y en Irán. Por un lado, en Teherán hay una permanente lucha política y, en último término, todo el acuerdo depende de lo que el Líder Supremo de la Revolución, Ali Jamenei, decida. A eso se suma la presión sobre la economía de ese país derivada del desplome del precio del petróleo en los últimos dos meses.
En EEUU son muchos quienes, encabezados por la oposición republicana, dicen que Irán no quiere llegar a un acuerdo o que lo que quiere Obama es un mal acuerdo. Y, con su recién conseguida mayoría en el Congreso, los republicanos podrían fácilmente liquidar un eventual pacto.
Para ello, contarían con el apoyo de muchos demócratas. El ‘número tres’ de ese partido en el Senado, Chuck Schumer, y el hasta ahora presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Senado, Bob menendez, ya han dejado claro que no apoyan cómo está llevando EEUU la negociación.
A eso se suma la presión del ‘lobby’ proisraelí. El 9 de noviembre, uno de los mayores donantes de las campañas de Bill y Hillary Clinton, y también del ‘think tank’ de Washington Brookings Institution, Haim Saban, declaró que «le hemos dado demasiadas zanahoras y muy pocos palos a Irán».
Saban hizo esas declaraciones en un acto con el republicano Sheldon Adelson, el hombre que quiso crear ‘Eurovegas’ en Madrid y que recomendó el año pasado que, antes de negociar, EEUU tirarse una bomba atómica a Irán. «Y así les mandas un misil con una bomba atómica al medio del desierto, que no hiera a un alma. (…) Y entonces les dices: ‘La próxima, en medio en Teherán. Vamos en serio'», dijo Adelson en aquella ocasión.