La vicepresidente entre el Titanic y el motín del Caine

Por Adrián FreijoLa carta pública que Cristina dio a conocer pone su relación con Alberto Fernández en un punto que pareciera de no retorno. Reproches, ninguneos e infidencias que traen cola.

«Sé que gobernar no es fácil, y la Argentina menos todavía. Hasta he sufrido un vicepresidente declaradamente opositor a nuestro gobierno. Duerman tranquilos los argentinos y las argentinas… eso nunca va a suceder conmigo« dice en un tramo de la carta que hizo púbica esta tarde Cristina Fernández de Kirchner, refiriéndose a los conocidos cortocircuitos que durante su gestión tuvo con Julio Cobos después de la crisis de la 125.  Sin embargo lo del radical parece juego de chicos comparado con el efecto desestabilizador que esta actitud de la vicepresidente tiene sobre la imagen del actual mandatario.

Cristina no se priva de recordar que fue ella, y solo ella, la inventora de la candidatura de Alberto en 2019: «cuando tomé la decisión, y lo hago en la primera persona del singular porque fue realmente así, de proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente de todos los argentinos y las argentinas…» ni de reprocharle lo que, ahora se sabe, considera un uso parcial de la figura de Néstor Kirchner al espetarle que al ex presidente «hay que recordarlo en versión completa y no editada».

Posiblemente alertada del nivel de las filtraciones que llegan desde su propio entorno -aunque muchos sostienen que todo ello se debe a una calculada estrategia para tensar la cuerda hasta el riesgo de corte- Cristina decide blanquear las circunstancias que rodearon las últimas horas. «El martes 14 tuvo lugar, otra vez en Olivos, mi última reunión con el Presidente de la Nación. Habían transcurrido 48hs sin que se comunicara conmigo y me pareció prudente llamarlo y decirle que tenía que hablar con él. Deje pasar 48hs deliberadamente, para ver si llamaba (debo decir que de las 19 reuniones, la mayoría fueron a iniciativa mía). Allí le manifesté que era necesario relanzar su Gobierno y le propuse nombres como el del Gobernador Juan Manzur para la Jefatura de Gabinete» explicita, a sabiendas de que Alberto estuvo reunido con el gobernador de Tucumán apenas minutos antes de conocerse la misiva y trató con Manzur la posibilidad de que se integrara al gabinete, algo a lo que el convidado se negó. ¿Buscaba con semejante revelación poner en evidencia que desde Olivos se estaba buscando una designación que fuese vista con buenos ojos por ella y así dar por terminado el enfrentamiento?. No sería raro; en la esencia de Cristina el mostrar el miedo que despierta su figura es parte central de lo que ella considera el arte de la conducción. 

Insiste en haber avisado al mandatario de la derrota que se avecinaba. Y con una sutil afirmación busca poner en evidencia el origen político de Alberto, que comenzó sus años de militancia en el radicalismo, deslizando que su no pertenencia al justicialismo lo llevó a realizar una mala lectura de lo que estaba ocurriendo. «Fui, soy y seré peronista. Por eso pensaba que no podíamos ganar. Y se lo decía no sólo al Presidente» afirma con clara intencionalidad.

Tras recordar las muchas veces que le advirtió a Fernández sobre la necesidad de prescindir de los «funcionarios que no funcionan» se dedica a enumerar todas las cosas que andan mal en la Argentina responsabilizando a la actual administración de haber sido responsable de agravarlas. Porque si bien cae fuertemente sobre el gobierno y la figura de Mauricio Macri no esconde que en su pensamiento descansa la convicción que «me parece que hay que alinear salarios y jubilaciones, obviamente, precios, sobre todo los de los alimentos y tarifas” lo que a su juicio no se estaría haciendo.

«En las primeras 18 reuniones, la última de ellas el 07/09/2021, siempre le plantee al Presidente lo que para mí constituía una delicada situación social y que se traducía, entre otras cosas, en atraso salarial, descontrol de precios -especialmente en alimentos y remedios- y falta de trabajo, sin desconocer, obviamente, el impacto de las dos pandemias: la macrista primero y la sanitaria a los 99 días de haber asumido el gobierno. Igualmente siempre remarqué la falta de efectividad en distintas áreas de gobierno» abunda para que no queden dudas.

«Señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales. No lo dije una vez… me cansé de decirlo…» insiste.

La intención es clara. Cristina no quiere que haya marcha atrás, ni negociación ni acuerdo de convivencia. O se acepta su mirada y se accede a sus demandas o la coalición ha llegado a su fin y Alberto deberá seguir solo adelante. De otra manera no se entiende que haya resuelto poner en evidencia estas controversias y acusar al mandatario de no haber escuchado nunca los consejos y análisis que ella le acercó.

Y mucho menos que acuse al jefe de estado y a su entorno cuando dispara «no voy a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de su vocero se hacen sobre mí y sobre nuestro espacio político»; ¿es posible volver de esto como si nada hubiese pasado?.

La Argentina se ha convertido en el Titanic y Cristina, sabiendo que adelante hay un iceberg esperando para chocarla y mandarla a pique, ha decidido navegar sin cuidado alguno a su encuentro con la esperanza de que los pasajeros -nosotros- creamos que la culpa es del capitán formal y no de quien viene manejando el timón desde el primer momento.

El final del legendario paquebote todos los conocemos. Pero también recordamos una magnífica película, «El motín del Caine (1954)» en la que la tripulación se subleva ante las ordenes de un capitán mentalmente enfermo cuyas decisiones ponen en riesgo la vida de sus hombres y la integridad de la nave. Al final los responsables consiguen su absolución…era una cuestión de vida o muerte y alguien debía terminar con el delirio de quien no estaba en condiciones de conducirlos a buen puerto. Tal vez Alberto y los demás dirigentes políticos y sociales cercanos al gobierno aprendan de aquella ficción.

Por lo que si no hay un motín…estamos en serios problemas.