LAS DOS CARAS

Macri tiene por delante un año electoral que puede marcar a fuego su futuro. Y a su espalda un descalabro económico heredado de quienes hoy esperan desbancarlo. ¿Qué actitud tomar?

Las últimas medidas económicas anunciadas por el gobierno, especialmente las vinculadas a los aumentos de tarifas de luz y próximamente de gas, no son por cierto las que una administración que enfrenta un crucial desafío electoral quisiese tomar.

En el país al que estábamos acostumbrados -aún antes de la calamitosa experiencia de la última década- ningún gobernante se habría animado a tomar medidas necesarias pero antipáticas. Alfonsín no dejó que se retocase un Plan Austral que crujía por todos lados, Menem jugó su ensoñación reeleccionista a una Convertibilidad agotada y De la Rúa y la Alianza ganaron con la promesa de mantener a un muerto. Así les fue…

Los Kirchner llevaron la negación al paroxismo: durante doce años construyeron un relato que llevó al país al borde del estallido, con reservas agotadas, aislamiento internacional, inflación desbocada, funcionando en base a onerosas importaciones de energía y tasa de inversión «0».

Mientras sus antecesores dejaron un país en estallido, los santacruceños nos legaron una Argentina desguarnecida, débil y anarquizada. Además de traspasada por una corrupción cuyas consecuencias no se agotarán con el simple argumento de encarcelar a sus responsables.

Frente a esto Macri parece haber resuelto que las medidas de fondo para corregir tantos años de desmanejo deben ser tomadas más allá de cualquier especulación electoral.

Si bien es esperable que los efectos de semejante ajuste se hayan moderado al momento del comicio, no es menos cierto que el humor social va a sufrir en los próximos 90 días una fuerte sacudida y nada indica que el resultado sea una mayor adhesión al gobierno. Macri lo sabe y sin embargo asume el riesgo de pensar como estadista y no como político.

El tiempo dirá si esta apuesta le rinde sus frutos y sobre todo si las decisiones que adopta todos los días le sirven a los argentinos y al país. Pero es otra forma de hacer las cosas, otra manera de actuar y fijar las prioridades. 

Otra cara, casi desconocida, del país de la eterna sonrisa populista.