Las muertes reiteradas en las rutas argentinas de cualquier jurisdicción no logran convencer a las autoridades acerca del valor de la vida por sobre el negocio.
Rutas destruidas, sin mantenimiento alguno y sin iluminación son la constante en nuestro país. Cada día nos llega la noticia de accidentes viales que cuestan vidas, muchas vidas, sin que para las autoridades surja otro interés que ajustar en forma permanente el precio de los peajes como forma de asegurar el negocio de los concesionarios, groseramente vinculados con el poder.
En cada rubro de la vida nacional está presente el desprecio del gobierno por los ciudadanos, su vida y sus derechos.
A veces aparece en casos estremecedores como la muerte de un fiscal, que tiene como respuesta desde quienes conducen el estado tan sólo una larga serie de agravios que encuentran su cenit en las ominosas palabras descalificatorias que para su persona tuvo la propia jefa de estado, y otras tantas en la desatención cotidiana de aquellas cuestiones que deberían surgir naturalmente como contrapartida a los impuestos que cada argentino pone en manos de quienes deberían administrarlos en su beneficio.
Y seguirán las muertes, los accidentes y el dolor, sin encontrar otra respuesta que las pomposas inauguraciones de la nada y las estridentes publicidades con anuncios de campaña.
¿Cuántos millones se han gastado en campañas de seguridad vial que pretenden prudentes conductores sobre desvencijados caminos?. ¿Cuántos otros se han recaudado con multas provenientes de actitudes más vinculadas con lo persecutorio que con la prevención?.
Cuando este país sea gobernado por gente honesta -lo que tantas veces se parece a un sueño imposible- la cuestión vial deberá ser encarada urgentemente para permitir que los argentinos dejen de jugar a la ruleta rusa cada vez que deben transitar una ruta por la que además se ven compelidos a pagar sin alternativa alguna.
Otra expresión más de la desvergüenza de quienes conducen y del ADN de desprecio hacia los ciudadanos que parece haber llegado desde hace mucho y para quedarse para siempre.