Las penas económicas de una Venezuela a punto de estallar

Escribe Herbert Hudde (*) –  El prestigioso periodista del El Universal puntualiza una decena de ejemplos del dislate en el que se ha convertido la economía venezolana. De imperdible lectura.

Herbert Hudder

Herbert Hudder

Tal como todos los economistas competentes del país lo vienen diciendo machaconamente desde hace tiempo, advirtiendo al Gobierno que debe cambiar el rumbo, cosa que no ha hecho, ya reventó la locura económica propia de las hiperinflaciones, combinada con otras secuelas nefastas de las funestas políticas económicas de este Gobierno; pero, lamento decirlo, no hemos tocado fondo, todavía nos falta.

¿En qué se manifiesta esa locura? Veamos.

-Una sopa caliente que yo compraba en Bs. 40, subió a 75, y menos de 3 semanas después pasó, lo juro, a 200.

-En lo que va de año el $ paralelo pasó de Bs. 173 a 367; aumentó la pelusa de 194 Bs., 112%, ¡en menos de 5 meses!

-Al arrancar este año, con un bolívar se compraban en Cúcuta 15 pesos colombianos; hoy, sin cumplirse los 5 meses, no se compran ni 8. Según leí, nadie en Cúcuta quiere aceptar los bolívares, cuando hace unos años se babeaban por ellos. Pero claro, la culpa de esto y lo del párrafo anterior es de DólarToday.

-Sé de muchas personas que tienen meses, hasta más de un año, sin carro, porque no se consiguen los repuestos. Mi esposa tiene ya 3 meses con su catanare en un taller, sin esperanzas de sacarlo en un tiempo razonable.

-La Ford, en su afán de no cerrar su planta ensambladora de vehículos, propuso al Gobierno vender los suyos en dólares, medida súper lógica para poder seguir funcionando y no botar a miles de trabajadores. No sé en qué ha parado esa proposición, pero ya hay «patriotas» criticándola porque eso ofende la memoria de Bolívar, nos hace perder soberanía, y demás paparruchadas propias de los que ustedes saben.

-La economía se está dolarizando, pero no por una decisión del Gobierno, sino por la acción de la gente, que como se encuentra totalmente neurotizada porque nada se puede referenciar en bolívares, ya que al día siguiente no se sabe cuánto valdrá, no tiene más remedio que establecer el valor de las cosas en dólares.

-El humillante desabastecimiento y la escasez se han convertido en una parte tan consustancial de nuestras vidas, que ahora bailamos como locos y pagamos promesas a la Virgen cuando logramos comprar una bolsa de jabón para lavar ropa.

-El Banco Central no publica los datos de la inflación desde diciembre pasado, cuando por ley debe hacerlo cada mes dentro de los 10 primeros días del mes siguiente. Ni hablemos de los datos de balanza de pagos y del PIB del cuarto trimestre del año pasado. Merentes, vaya usted a saber por instrucciones de quién, se pasa la ley por donde les conté, anda escondido y no hay forma de preguntarle el por qué de este silencio. ¿Pensará que cuando den esas informaciones, alguien las va a creer?

-Es alarmante el número de personas que abandonan sus empleos para dedicarse al bachaqueo, al que denominan honorablemente «venta de productos»; y también es inaudito que uno, aunque los deteste, hace lo que sea para ponerse en las buenas con ellos, y les jalamos mecate para que, cuando logramos reunir lo suficiente para poder pagarles lo que cobran, nos consigan los productos que se nos hace imposible comprar.

-En suma, todo se ha vuelto un despelote: la cantidad y el largo de las colas llegan al paroxismo; el Cencoex deja varados sin dólares a estudiantes y viajeros en el exterior; los pasajes aéreos nacionales aumentan hasta en un 400%, y ni hablemos de los internacionales; el Gobierno anda como loco amenazando a los empresarios con encanarlos; escasea el agua, al punto de que hay sitios en que pasan semanas sin el líquido; la lista de cosas que no se encuentran es interminable (alimentos básicos, medicinas, cauchos y baterías, etc., etc.), y si por alguna tortuosa vía uno las consigue, es pagando fortunas inimaginables; la luz se va a cada rato; los industriales, entre ellos los de los quesos, no saben qué harán en breve cuando se les agoten sus inventarios; desapareció la oferta de viviendas en alquiler, y un apartamentucho clase media, si se consigue, se alquila en más de 100.000 Bs./mes; la delincuencia está desbocada; y pare usted de contar. Todo ello, por supuesto, culpa de la guerra económica de los pelucones.

Creo que lo anterior es suficiente para ilustrar lo que estamos pasando, y mejor no entremos en lo que nos espera.

Estoy atando cabos sobre varios indicios recientes: Maduro anuncia que en 3 meses acabará con el desabastecimiento; leí que Puerto Cabello está atestado de barcos fondeados llenos de alimentos y medicinas; y del BCV salen y salen dólares continuamente, sin que los privados reciban ninguno, lo que indica que esos dólares, aparte de los que se van por los caminos verdes, son para pagar importaciones del Gobierno. Así que me huele que la consigna es que el Gobierno importe directamente todo lo que pueda, para evitar a como dé lugar la escasez de productos básicos antes de las elecciones, y después: «ya veremos cómo seguimos atornillados».

(*) Periodista