MAR DEL PLATA Y UN COLAPSO QUE ALGUIEN PUDO EVITAR

El Hospital Modular completo, el HIGA sin el personal suficiente y el sistema privado de salud agotado. Postal de una ciudad que no sabe como va a seguir la historia y choca con la realidad.

Las últimas noticias son ciertamente alarmantes El Hospital Modular, que fue presentado como una solución mágica por el gobierno nacional y el provincial y en cuya inauguración los funcionarios se empujaban a los codazos para salir en las fotos, dio las hurras y ya no puede recibir a más pacientes.

Es un secreto a voces que mucho del equipamiento que debía ser aportado por la provincia no llegó nunca -ciertamente en momento alguno se completó lo que se habían anunciado y la aparatología llegó parcialmente, tarde y en cuentagotas- pero lo grave por estas horas es la falta de profesionales que puedan atender la creciente demanda de infectados por el COVID-19.

Y si bien es un drama que afecta a todo el sistema sanitario del país por el alto porcentaje de médicos, enfermeras y personal sanitario afectado por el virus, no son pocos los profesionales que señalan una mora inexplicable en quienes debieron garantizar las contrataciones que fuesen menester.

Ni los que se preguntan si tiene algún sentido revolear ideología para justificar la gratuidad del estudio universitario para estudiantes extranjeros, cuando ante una urgencia grave como la actual no se puede siquiera contar con ellos para una respuesta adecuada. Miles de médicos recibidos sin costo alguno en la Argentina hoy trabajan en sus países sin siquiera preguntar por la situación de aquel que los acogió, los preparó y los convirtió en profesionales sin cobrar por ello un solo peso ni pedir nada a cambio.

Mientras tanto el HIGA no se encuentra en mejores circunstancias. La falta de capital humano ha convertido a la guardia en un cuello de botella y sus autoridades ya hablan de un colapso que obliga a rechazar a los nuevos pacientes que se acercan al nosocomio. Ni que decir del sistema privado: las clínicas ya están superadas en sus posibilidades y desde la semana anterior comenzaron a rechazar nuevas internaciones.

Mar del Plata llegó al punto de inflexión y lo que viene, de no mediar un verdadero milagro, será seguramente dramático. No hay ni habrá en lo inmediato una respuesta adecuada, porque no existe la estructura necesaria para darla.

Cuando se resolvió la primera etapa de aislamiento se dijo que la dureza de la cuarentena se debía a la necesidad de preparar la infraestructura adecuada para enfrentar el crecimiento de la pandemia. Desde hace 160 días los argentinos, y los marplatenses por supuesto, hemos visto como el humor presidencial variaba desde un optimismo tan triunfalista como insustancial a la actual indiferencia negadora. Y mientras el show comunicacional llegaba a su cenit observamos como la vida de cada uno de nosotros ingresaba en un tobogán anímico, económico y de credibilidad, en medio de fotos, inauguraciones, promesas y discursos.

Hoy, ante las noticias que hablan del colapso, nos preguntamos que fue lo que se hizo, que se calculó y que será de nosotros ante la inminencia del desastre.

Y como aquel pueblo que «quería saber de que se trataba» mientras adentro, entre las cuatro paredes del Cabildo, se intentaba negociar una continuidad a sus espaldas, la respuesta que hoy recibimos es una mezcla de amenazas, miradas segmentadas y silencio.

Lo único nuevo es el virus…lo que no es poco.