La cantante brasileña se presenta regularmente en el íntimo Vinícius Bar de Río de Janeiro evocando al genial referente de la música de Brasil.
Escaleras arriba en el salón del primer piso hay capacidad para unas 50 personas en el local nocturno ubicado en una esquina estratégica de Ipanema. Turistas de distintos lugares del mundo eligen pasar la noche disfrutando del encanto de la música popular brasilera con la presentación de una leyenda viviente que le rinde homenaje al irrepetible Vinícius de Moraes.
Apenas unas 10 ó 12 mesas se ocupan cerca de las 22.30, hora anunciada para el inicio del show de María Creuza que es precedido por Tony Barreto, un solista con su guitarra que prepara el clima con su tono intimista en un ambiente tenue de luces bajas.
A la hora señalada María Creuza se va acercando al pequeño escenario del bar Vinícius tarareando una canción con su amplia sonrisa y una sensación de disfrute que contagia. Esa voz que enamoró a Vinícius de Moraes es hoy la que canta las canciones de siempre y cuenta aquellas historias que la tuvieron como testigo de privilegio y también como protagonista.
La acompaña un guitarrista, pero ella toma el centro de la escena. Su presencia es hipnótica. No pueden faltar «Garota de Ipanema», «Você abusou» y tantas otras. Se entrega a los clásicos, conversa con el público, toma una caipirinha y viaja en el tiempo con la música.
Recuerda sus presentaciones en «La Fusa» de Mar del Plata con cierta nostalgia pero notoriamente feliz. Agradece en portugués, en español, en inglés y en ruso, si es necesario. Porque el auditorio se compone de visitantes de los más diversos países.
A los 70 años y con su voz intacta, María Creuza llega a la gente con su belleza genuina y la sencillez de una artista consagrada que logra generar una cercanía y complicidad con el público que convierte ese instante en un momento único impregnado de la magia del pasado mezclada con el disfrute del presente.
(Por Florencia Cordero – Libre Expresión en Río de Janeiro)
