MOVILIZACIÓN Y ASIMILACION

La educación argentina es un claro ejemplo del fracaso de un relato que se basa en la redistribución del ingreso y desatiende  la asimilación de los «beneficiados»

En la Argentina dos de cada tres chicos terminan la escuela secundaria, aunque muchos lo hagan en un segundo intento y cuando ya rozan los veinte años de edad. Sin embargo la tendencia se invierte en forma inmediata y sólo uno de cada tres ingresa en la universidad.

Ya en este nivel los datos son muy preocupantes ya que nuevamente dos de cada tres no logran aprobar una sóla materia en el primer año de estudio.

Desde el advenimiento del kirchnerismo al poder se han creado catorce universidades nacionales, lo que habla de una multiplicación de ofertas que no puede menos que reputarse como un dato positivo.

Podemos discutir si el perfil de la oferta tiene que ver con las necesidades del país -no existe relación alguna entre las carreras técnicas que deberían fomentarse de cara al desarrollo de un territorio que, por ejemplo, puede tener protagonismo mundial en materia de energía- pero eso lo dejaremos para otra ocasión ya que no es el motivo de este comentario editorial.

El crecimiento de la matrícula y el de la oferta universitaria estarían marcando un camino de movilización ascendente de la sociedad, lo que nunca deja de ser un dato positivo.

Pero los números del rendimiento estudiantil ponen a las claras graves falencias en la asimilación de los jóvenes a esa movilización.

Y esto, querido lector, es la constante del populismo desde siempre.

Y es también la diferencia literal entre crecimiento y desarrollo.

Tener más universidades para lograr menos profesionales convierte a la educación en una cuestión estadística y cuantitativa y ello es en esencia la negación misma del concepto de calificación y culturización de la sociedad. Pretender que crece la cantidad de estudiantes, en todos los niveles, y la cantidad de edificios dedicados a la enseñanza, omitiendo los desastrosos resultados educativos que se consiguen es posar una mirada  miserable sobre los verdaderos objetivos que debería atender un gobierno sano.

Si no logramos en forma urgente una mayor asimilación de los «nuevos beneficiados» por la movilización social educativa, los resultados seguirán siendo negativos y toda inversión en el área se convertirá en un gasto.

Este es seguramente uno de los mayores objetivos de la próxima administración de gobierno, que se encontrará con más colegios, más universidades y más alumnos pero con jóvenes incapaces de interpretar un texto o rendir un examen.

Y ello es demostrativo del gran fracaso educativo del país.