Municipio: una rendición de cuentas que habla por si sola

Por Adrián Freijo Resultados ocultos, números escondidos, pasos que se denunciaron como delitos y ahora son cotidianos,un déficit que será récord. ¿La mejor gestión de la historia?

Si Carlos Arroyo se convenció de la eternidad del tiempo y postergó la publicación en la web del municipio de los números finales de su gestión, habrá tomado nota por estas horas que el futuro siempre llega.

Y si algo demostró a lo largo del año la improvisación, falta de ideas y dudosa responsabilidad de su administración fue que todo aquello que en campaña había denunciado como delitos cometidos por la anterior administración -uso de fondos asignados y abuso del descubierto bancario para el pago de sueldos- fue la tabla de salvataje a la que se aferró para que el barco no se fuese definitivamente a pique.

Pero por más que intente ocultar el sol con sus manos, siempre un rayo se escapa entre los dedos. Y ese rayo dice que el déficit del año superará los $ 1.200 millones, un 100% más que lo recibido de su antecesor.

A lo que debe sumarse más planta política, más personal, un desastre en el manejo de las cuentas fiscales y sobre todo una carencia abrumadora en obra pública y prestación de servicios. Una realidad imposible de negar -todos son números oficiales, más allá de los dibujos contables que se están intentando por estas horas– que demuestra el grado de deterioro de una gestión sin ideas, sin liderazgo y sin capacidad de respuesta.

El déficit es ilevantable y todos los pasos que la ¿gestión? Arroyo va dando indican que la colisión con un paredón de hierro es inevitable. De nada importarán las obras –si es que alguna vez dejan de ser meros anuncios– que desde provincia y nación se enumeran en kilométricos discursos y guionadas conferencias de prensa, ni los esfuerzos cada vez menos entusiastas de Vidal por evitar el cambio drástico que desde todos los ámbitos le piden quienes ya no creen que pueda enderezarse el timón del «barco más loco de la flota bonaerense»; el descontrol administrativo y el crecimiento del rojo en las cuentas quedará para Mar del Plata y consolidará al municipio como un organismo para ser servido por la gente y no para prestar servicios a la gente.

Mientras tanto el intendente y su patético núcleo de colaboradores, amantes todos ellos de la enjundia verbal y la insignificancia conceptual, sigue anunciando futuros venturosos, campañas destructivas y batallas heroicas contra molinos de viento que solo aparecen en su febril imaginación.

Sería bueno que alguien les recuerde que es Mar del Plata, una ciudad de base rica y de crecimiento continuo durante un siglo y medio y una tarea que no pasa por imaginar una Wehrmacht  arrolladora sino por administrar con algún grado de seriedad aquello que el ciudadano puso en sus manos para proteger y no para beneficiarse de ello.

No parece demasiado pedir…