Un proyecto patrocinado por César Luis Menotti intenta devolver a los barrios marginados lo que producen las estrellas que salen de sus potreros. Más de 4000 villas serán la gran cantera argentina.
Diego Maradona en Villa Fiorito, Carlos Tevez en Fuerte Apache, Sergio Kun Agüero en Villa Itatí, Juan Román Riquelme en Villa San Jorge. La lista que relaciona a muchas de las figuras que hicieron grande el fútbol argentino con los lugares donde nacieron y crecieron obliga a mirar hacia un lugar al que casi nunca se mira. Hay países en los que la villa es sinónimo de estatus elevado, pero en Argentina es diferente. El término creció anudado a un adjetivo que lo marcó para siempre: miseria. Son los barrios más pobres y marginales de las grandes ciudades del país, aquellos donde casi todo son carencias: económicas, sociales, demasiadas veces también afectivas; sitios donde solo abundan el olvido y el desprecio del resto de la sociedad.
Alcanza con decir villa para que todo el mundo sepa de qué se habla, y villero para señalar peyorativamente a quienes allí residen.
Sin embargo, allí han surgido y siguen surgiendo los cracks que se convierten en ídolos, aquellos por los que esa misma sociedad infla el pecho cuando ganan un campeonato o una copa. “Pero a esos barrios, a esas villas, no les llega un peso de todo lo que producen los chicos que salen de ahí para regalarnos alegría y espectáculo en una cancha”, dice Fernando Signorini, preparador físico con una amplísima experiencia en clubes de fútbol de varios países, exentrenador personal de Maradona y ahora también ideólogo de un proyecto que pretende modificar un paradigma con más de un siglo de historia. La iniciativa recibe el nombre de Club Villas Unidas y dio su puntapié inicial hace apenas unos días.
17 organizaciones sociales que trabajan diariamente en esos barrios humildes, con el apoyo y el asesoramiento externo de la Escuela de Entrenadores de César Luis Menotti, se han propuesto crear un ámbito diferente y con múltiples objetivos. Por supuesto, quieren que la flamante institución sea una cantera de nuevos talentos futbolísticos, tanto femeninos como masculinos, provenientes en su totalidad de las zonas más pobres. Además, que sirva para transmitir valores, impartir educación, mejorar la salud, incluso difundir y fomentar la cultura.
“Pretendemos ser un club integral, no uno normal”, afirma Franco García Dellavalle, integrante del Movimiento La Dignidad y vicepresidente de Villas Unidas: “La idea es crear escuelas primarias y secundarias. Nuestra pretensión es que aquellos que terminen su proceso formativo y no lleguen a Primera División tengan en sus manos todas las herramientas para afrontar su vida como cualquier otra persona, y no que queden tirados sin saber cómo continuar”. Más reflexivo, el Flaco Menotti, sostiene: “Los que peleamos por la dignidad tenemos que apoyarnos entre todos”.
La nueva entidad ya ha solicitado su afiliación a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para comenzar a competir en los torneos de divisiones inferiores. En agosto está previsto que salgan a la cancha las mujeres (en su caso, en la única división que existe dentro de la AFA); y en marzo de 2020 llegará el turno de los chicos, que arrancarán jugando en 7ª, 8ª y 9ª, aunque cada año se irá sumando alguna categoría hasta llegar a tener un equipo de Primera. En ambos casos lo harán en un predio situado entre La Matanza y Ezeiza, en las afueras de Buenos Aires.
“La repercusión que hemos tenido en los primeros días nos está desbordando”, asegura Signorini. “Nos llama gente que quiere participar de alguna manera, ofreciendo lugares para entrenar y jugar, o apoyo de todo tipo. No solo desde Buenos Aires, también nos han escrito desde muchas provincias. Hay que tener en cuenta que existen 4.000 barrios de este tipo en la Argentina, y en ellos viven unos cinco millones de personas. El potencial es inmenso», agrega el hombre que se siente un afortunado “por haber participado en la fundación de algo que, estoy seguro, dentro de 40 años será tan importante como River o Boca”.
El plan a largo plazo establece que lo recaudado por los derechos de formación o transferencia de jugadores del nuevo club sirva para sostener a la propia institución, pero que también se destine para mejorar las condiciones de vida en los barrios de esos chicos. “Pasé hace poco por Estrella Roja de Fiorito, donde empezó a jugar Maradona, y creo que está peor que hace 50 años. No es justo que eso sea así”, subraya Signorini. La idea de los impulsores es que todas las villas que formen parte del club se beneficien, más allá de cuál sea la que haya visto nacer al futuro fenómeno del fútbol mundial.
La pelota de Villas Unidas, el club de los pobres más pobres, comenzó a rodar. Su sueño es tan grande como el que alguna vez tuvieron Maradona, Tevez, Agüero o Riquelme cuando corrían por los potreros de sus barrios míseros.