Obama se abrazó con la enfermera que tuvo ébola

El presidente  Barack Obama, recibió a la enfermera Nina Pham. Hace medio siglo un ministro de Franco también «le puso el cuerpo» a una sicósis ciudadana.

Obama mantuvo un encuentro con Pham, de 26 años, en la Casa Blanca y los fotógrafos inmortalizaron el abrazo entre ambos, reflejo del deseo del presidente de tranquilizar a los ciudadanos estadounidenses tras la llegada del ébola al país.

La reunión fue cerrada a la prensa y solamente los fotógrafos pudieron acceder al Despacho Oval para tomar algunas imágenes.

La enfermera, que atendió en un hospital de Dallas (Texas, EE.UU.) a un liberiano enfermo de ébola y contrajo el virus, abandonó esta misma mañana el centro clínico de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en el que estaba internada en Bethesda (Maryland), a las afueras de Washington.

En un comunicado, las autoridades del NIH indicaron que Pham está «libre» del virus y poco después la enfermera salió del centro clínico.

Antes de su encuentro con Obama, la enfermera no tuvo que pasar por ningún otro chequeo o control adicional, dado que ya había sido sometida a cinco pruebas diferentes «para confirmar que ya no tiene el virus», detalló a los periodistas el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest.

Al dejar el centro clínico, Pham dijo a los periodistas que se sentía «afortunada y bendecida» y agregó que cree «en el poder de la oración» tras agradecer a todas las personas que rezaron por su curación.

El de Pham fue el primer caso de contagio por ébola ocurrido dentro de Estados Unidos y, desde el 16 de octubre, estaba ingresada en el centro clínico de los NIH en Bethesda, donde se está investigando una vacuna contra el virus.

Pham y otra enfermera, Amber Vinson, atendieron en el Hospital Presbiteriano de Dallas al liberiano Thomas Eric Duncan, quien contrajo el ébola en su país natal sin él saberlo y desarrolló después los síntomas cuando ya estaba en EE.UU.

Duncan, quien llegó en septiembre a EE.UU. para casarse con su prometida, falleció el pasado 8 de octubre a causa del ébola en el hospital de Dallas.

Manuel Fraga Iribarne, el ministro que se bañó por la Patria

Un ministro de Franco en bañador era una imagen inaudita hace medio siglo. Ahora se retransmite en directo el romance del presidente de la República Francesa con una modelo, pero en la España franquista de los años 60 resultaba inconcebible ver en la tele o el No-Do –porque no todo el mundo tenía televisor, ni mucho menos– las desnudeces de tan importante autoridad chapoteando en el agua.

¡Aquí ha pasado algo muy gordo! se dijo la gente, que hasta ese momento no tenía conciencia de la grave contaminación nuclear causada en Almería por varias bombas atómicas americanas. El accidente había ocurrido en el aire, sobre un pueblo llamado Palomares, cuando un avión cisterna procedente de la base de Morón de la Frontera (Sevilla) repostaba en vuelo a un bombardero nuclear B-52, una maniobra mil veces repetida sobre territorio español, tanto cuando los B-52 del mando estratégico norteamericano iban desde Estados Unidos hacía sus teóricos objetivos en la URSS, como cuando volvían de su misión.

El 17 de enero de 1966, sin embargo, un fuerte viento provocó un roce entre los dos aparatos unidos por la manguera. Se incendió el combustible de ésta y los dos aviones ardieron, muriendo los cuatro tripulantes del cisterna y salvándose solamente tres de los siete del B-52. Un mecanismo de seguridad soltó las cuatro bombas atómicas, provistas de paracaídas, pero dos paracaídas también se incendiaron y las bombas se destrozaron en la caída, esparciendo su contenido. Una tercera bomba cayó entera, solamente un poco abollada, pero la cuarta desapareció en el mar.

Manuel Fraga Iribarne ocupaba una cartera con dos competencias, Información y Turismo, que no tenían nada que ver entre sí. La primera era puramente política; para una dictadura, como había demostrado Goebbels en el nazismo, la propaganda y el control de la información eran vitales. Turismo, en cambio, era una competencia económica y muy poco importante hasta la llegada de Fraga.

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El país se abrió al turismo con la receta básica de sol, playas y precios baratos. Pero ese atractivo se podía estropear fácilmente si cundía la idea de que las aguas de las playas andaluzas y levantinas estaban contaminadas por la radioactividad de la bomba perdida. Fraga acometía los problemas como un toro. Llamó al embajador americano, Angier Biddle Duke, y le convenció de hacer un gesto cara a la galería: ¡se bañarían en aguas de Palomares!

A primeros de marzo, pese al “sol de España” que tanto publicitaba Fraga, las aguas de Almería estaban frías, pero impertérritos, Fraga, el embajador y dos infelices ayudantes se sometieron a un baño ritual ante las cámaras. Algún operador se entusiasmó tanto con el espectáculo de aquellos importantísimos señores saltando las olas y dándose chapuzones, que se metió vestido en el agua para obtener mejores planos.

¡Todo fuera por tranquilizar al público!