Opinión – Un discurso que camina por el borde del abismo de la realidad mundial

EL OTOÑO DEL PATRIARCA

Cristina volvió a usar la cadena nacional y por primera vez nos hizo extrañar los tiempos en los que por medio de ella vendía heladeras, calefones o bicicletas. Aquella mujer patética pero inofensiva, enamorada de sentirse una mega estrella televisiva aunque el rating le mostrase día a día la falta de interés de la gente por sus presentaciones, no podía en riesgo al país salvo en loo que tenía que ver con la ausencia del mínimo sentido común que puede pedirse a un gobernante. Hoy fue distinto… hoy nos mostró que realmente estamos en peligro.

Por Adrián Freijo

Por Adrián Freijo

Y no es por cierto porque sea verdad su altisonante denuncia de que hay una conspiración internacional contra Argentina. Hay que ser muy tonto o malintencionado para no tomar nota de que ya hace mucho tiempo que el mundo dejó de posar sus ojos en un país al que es mucho más fácil llegar de la mano de la corrupción que de cualquier conjura, por sólida que sea esta.

¿Quién que haya querido apropiarse de ganancias fabulosas en el país de la «cometa» necesitó otra cosa que no fuese sentarse en el momento adecuado con el funcionario adecuado?. No seamos ingenuos…para robarse la Argentina sólo hace falta tener ganas de hacerlo.

El peligro radica en el hecho de estar en manos de un gobierno -o al menos quien lo lidera- con una dosis de perversa esquizofrenia preocupante.

Ya nadie puede dudar a esta altura del uso abusivo del poder que Cristina y su difunto marido han hecho para engrosar hasta lo obsceno su fortuna personal. Y eso que cuando esto decimos nos ajustamos exclusivamente a lo conocido, dejando de lado lo que todos suponemos se encuentra a nombre de terceros, de sociedades off shore y de compromisos funcionales de sus «elegidos».

Hablamos solamente de la declaración jurada presidencial que ya es inaceptable a la luz del sentido común o de la mínima exigencia republicana.

Pero por otro lado, presa de una psiocósis ideológica que parece venirle como anillo al dedo de su latrocinio pero en la que sin embargo cree, como suele ocurrir con todos los que padecen de una doble vida. Cristina la emprende contra los «buitres», «los empresarios inescrupulosos» y los que «quieren vender la Argentina».

¿Hay más «buitre» que quien usa el poder en beneficio propio?

¿Hay más «empresario inescrupuloso» que aquél que logra beneficios personales groseramente superiores a los de sus empleados (ciudadanos)?

¿Alguien quiere «vender la Argentina» más que una Presidente que veta la Ley de Minería para que las explotaciones a cielo abierto puedan seguir contaminando y comprometiendo la calidad de vida de la gente en San Juan, Catamarca o ahora en la Patagonia?. ¿O el contrato con Chevrón es un compendio de patriotismo?.

Cristina no ha podido sostener su relato. Y no puedo hacerlo porque no somos estúpidos y -algunos más temprano y otros más tarde- nos dimos cuenta que todo era mentira y que vivimos cada vez peor.

O al menos nos pasa a quienes trabajamos y no vivimos de la teta oficial…

Y al no poder hacerlo ha resuelto entregar el gobierno en manos de imberbes tan fanatizados como estúpidos que escucharon a sus pap´s llorar sobre la leche derramada de los delirios revolucionarios setentistas – rechazados claramente por el 80 % de la sociedad de entonces- y creen hoy ir por la «revancha» sin darse cuenta que ya el mundo habla de otras cosas, está en otro escalón y se dió cuenta que la lucha de clases pudo servir de tapadera para el nacimiento de las guerras geopolíticas pero no tienen razón de ser alguna en un universo intercomunicado, global y muy concreto.

Y ella, tan oronda como desalmada, pretende mandarnos a una guerra por la liberación que no tiene ni aliados ni enemigos…porque no existe.

Eso sí, en la decadencia inocultable de sus sortilegios tercermundistas, revive la ley antiterrorista que nos recuerdan tiempos infaustos para el país y nos avisa que de ahora en adelante todos estamos en manos de sus decisiones, caprichos y venganzas personales.

Aunque la ley diga otra cosa y la gente ya grite también algo muy distinto.

La Cristina que se soñó aristocrática, terminó siendo una triste caricatura de tantos dictadorzuelos latinoamericanos del último siglo y medio.

Casi como en el «Otoño del Patriarca», del que siempre se creyó lectora sin saber que era inspiradora.