OTRA VEZ LA CALLE NOS MARCÓ EL PASO

La marcha conmemorativa del 17 de octubre dejó mensajes que pocos esperaban. Una vez más la gente caminó por delante de la dirigencia y ahora todo dependerá de la capacidad de esta para entender.

 

Fue un día que dejó más de una lección. A los actos organizados con la mirada tradicional -la marcha de Camioneros, el acto en el monumento a Perón convocado por la CGT Azul y Blanca, muchos otros llevados a cabo en las provincias argentinas y en los cuales el esfuerzo de movilización se hizo sentir y hasta lo que tenían previsto en el edificio de la CGT para recibir al presidente y multiplicar sus palabras por redes sociales, streaming, zoom y todas las armas que este tiempo nos brinda- se le opuso una manifestación espontánea, masiva y multitudinaria que convirtió a la CABA y a una decena de importantes capitales argentinas en un remedo de aquel 17 de octubre original en el que la espontaneidad, detrás de un objetivo, le dio sentido a la jornada.

Claro que las circunstancias eran distintas y el objetivo, aún esclarecedor, no tenía tal vez la épica de aquel rescate que el pueblo trabajador hizo de su líder. Pero en forma alguna se puede devaluar lo que ayer ocurrió en la Argentina.

Miles de ciudadanos -por las suyas, sin choripanes, sin colectivos, sin nada de todo eso que con razón o sin ella se utiliza habitualmente para quitar valor a cualquier manifestación- salieron a la calle para «defender a este gobierno» o «para recordar al movimiento que nos dio derechos y nos hizo visibles». Y cada uno lo expresó a su manera, en paz y demostrando que también en el peronismo hay una clase media, una mayoría silenciosa pero concientizada que percibe cuando hay que ganar la calle y cuando las cosas presentan tantas dificultades que se hace necesario un «acá estamos» para retemplar el ánimo y seguir adelante.

Y así como es un pecado de impotencia del gobierno pretender que las marchas opositoras pertenecen a determinada fuerza política -es claro que la mayoría de los concurrentes lo hacen por las suyas y por propia convicción y tienen como intención visibilizar errores y abusos que rechazan y no apoyar a determinado candidato- resultaría ahora imperdonable que se perdiese de vista que el peronismo también es esto y que ayer se cerró el círculo de la realidad argentina.

Una sociedad movilizada, comprometida con sus ideas, dispuesta a hacerse escuchar y demostrando a propios y extraños que no se dejará llevar por la nariz.

Los miles de las marchas de protesta y los miles de estas en apoyo son la Argentina verdadera, lúcida y decidida a no bajar los brazos. Una Argentina que piensa distinto pero a la que ni se le ocurre recurrir a la violencia o al agravio para marcar sus diferencias. Una Argentina que, en otras circunstancias en las que fuese convocada para defender a la república, bien podría marchar junta sin que esas diferencias se notasen demasiado.

Los de ayer y los del otro día son los argentinos a los que el gobierno debe mirar. Los que no esperan todo del estado -la marcha mostró el corazón de la clase media emergente del tiempo peronista de la justicia social- y están dispuestos a decir presente cuando haga falta.

Mañana los problemas serán los mismos, las necesidades no estarán satisfechas y mal haría el gobierno si pretende capitalizar lo ocurrido como un triunfo o un cheque en blanco. Pero no sería inteligente que no aprovechase para pegar un salto de calidad hacia adelante y comenzar a hablar y obrar en función de esta realidad que poco a poco gana las calles argentina.

La de una sociedad con ganas de decir presente, rescatar la historia y proyectarse al futuro en paz, con sus propias elecciones y dispuesta a defender aquello que considera lo mejor para el país.

Y que estaba ahí, atenta y silenciosa, sin que ninguno de nosotros haya podido verla llegar…