Los avances de la investigación por la muerte de Alberto Nisman, van llegando a los lugares más intrincados y llegan incluso al submundo del espionaje.
Es que, mientras la jueza Fabiana Palmaghini intentaba localizar al testigo clave Diego Lagomarsino, en el Gobierno se libraba una guerra secreta entre el jefe de la Secretaria de Inteligencia, Oscar Parrilli, y el secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández.
La trama la revela el portal Letra P, donde se da cuenta de que no es el primer roce que ambos funcionarios tuvieron desde la crisis política desatada por la muerte del fiscal Alberto Nisman. El choque más reciente se habría ocasionado por cierta documentación que Parrilli quería retirar de la SI para transferir a la Casa Rosada, donde dicho material estaría más seguro.
Al enterarse, Aníbal se negó en forma terminante y ordenó que se observen todos los movimientos de la gente allegada a su predecesor en la Secretaría General y le avisen «si quieren entrar una sóla carpeta».
El control llegó a tal rigidez que el propio Fernández ordenó que se revisen los baúles de los autos de una docena de funcionarios que él cree podrían hacen entrar los documentos tratando de no ser vistos.
El nuevo señor número 5 delegó estas funciones en Juan Sihental, director de su confianza que lo trasladó a la SI desde su puesto original en Presidencia. Este funcionario habría sondeado a empleados administrativos de la Rosada para conocer si era probable trasladar la documentación.
Es que Parilli no termina de confiar en gran parte del personal que ha heredado de la gestión de Héctor Icazuriaga, que tiene su próximo destino en Caracas y que, dicen en el Gobierno, se habría encontrado con Antonio “Jaime” Stiusso los días previos a la muerte del fiscal.
El temor sobre la documentación es entendible porque en la SI ya es casi una certeza que está en elaboración un auditoría integral a cargo de una firma de consultoría integral. No debe sorprender: hace dos años el M-16 británico tuvo un proceso de reingeniería y para eso se contrató a Ernest & Young.
La primera pelea de Parrilli y Aníbal fue casi al momento en que Nisman formulara la denuncia contra Cristina Fernández de Kirchner por supuesto encubrimiento en la causa AMIA. Aníbal dijo que el motivo de esa denuncia era que Stiusso negociaba su salida del cargo de director de Operaciones de la SI. Parrilli enfureció porque en sus primeras 48 horas en la Secretaría no solo le aceptó la renuncia a un grupo de directores, sino que también le impuso sanciones a Stiusso para tener un argumento para jubilarlo prematuramente.
El Gobierno tembló ante lo que se pensaba como una desaparición de Lagomarsino, lo cual sería difícil porque desde la muerte del fiscal está con custodia personal. El kirchnerismo precisa a Lagomarsino porque en su testimonio y en sus recuerdos espera encontrar los argumentos para citar a indagatoria al influyente espía.
El trámite promete ser engorroso porque el kirchnerismo busca a Stiusso desde el lunes sin éxito. El viernes, una de las hijas del espía habría comunicado que la semana que viene Stiusso ya estará en Buenos Aires y se habla incluso de que su reaparición podría ser custodiada por servicios de inteligencia extranjeros.
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