Pelotas y camisetas: aquel oscuro objeto del deseo.

Los que ya transitamos por la vida sumando algunos años nos acordamos de «aquellos» tiempos de nuestra niñez y nos sorprendemos por el cambio en las pautas de consumo.

En aquellos felices y lejanos años 60 todos los chicos, sin importar el status socio económico de sus padres, tenían bicicleta. Pero solo los de familias acomodadas poseían uno de los tesoros mayores al que podía aspirarse: una pelota de fútbol.

Y apenas una élite, tan envidiada como rara de encontrar, podía salir a jugar a la pelota enmarcado en una camiseta del club de sus amores.

Ambos bienes, balón y camiseta, eran casi inaccesibles por su precio o, al menos, suponían una rareza que pocas veces llegaba a cristalizarse en realidad. Y no porque fuesen demasiado exóticas; la pelota era de cuero en el país de las vacas y las camisetas del viejo y querido piqué, tela de algodón ante la que nuestras madres fruncían el seño mientras decían con tono despectivo, «destiñe» o «se encoge».

¿Porqué entonces pasaba esto que parece un despropósito?, ¿porqué bicicletas baratas y pelotas y casacas caras?.

La respuesta es una sola: el valor del trabajo.

Como el popular vehículo ya era parte de la producción industrial en tanto la confección de la camiseta o la de la Nro.5 eran manuales la relación de precio eran notoriamente opuestas a lo que ocurre en la actualidad. Frente a una Argentina en la que la mano de obra era respetada y bien remunerada, todo lo hecho a mano tenía por entonces un precio superior.

Los tiempos cambiaron, el fútbol creció como negocio y se globalizó -hoy nuestros hijos nos piden la casaca del Barcelona, el Chelsea o el Cruzeiro- la mano de obra se convirtió en una actividad de remuneración despreciable en todo el mundo y el merchandising futbolero es una actividad universal de alta renta. Todo lo que lo rodea debe ser entonces de alcance universal y accesible.

Entonces se trata de aprender a jugar, contratar la canchita de Fútbol 5, tratar de entrar en ese mundo de millones, fama y botineras y manotear la más conveniente de las camisetas que nos llaman, por pocos centavos, desde cualquier vidriera autorizada o venta ambulante y callejera.

Eso si…el dueño de la pelota ya no es, como antes, insustituible, capitán, técnico y estrella. Si se enoja y se va a la casa, habrá al costado del picado una cantidad de pelotas para seguir jugando.

Cosas de un mundo que cambió…