Las listas de ascensos fueron digitadas de acuerdo al criterio personal de los jefes. La decisión de prohibir el uso de celulares incomunica al personal con sus familias.
El descontento entre los miembros de la policía provincial no deja de crecer. Se conocieron esta semana los ascensos -pomposamente anunciados por la jefatura y la Secretaría de Seguridad- que sin embargo dejaron muchos heridos en el camino.
Efectivamente, el criterio aplicado para resolverlos habría sido de acuerdo al grado de pasividad de los efectivos frente a las permanentes injusticias y en muchos caso debido al criterio de amiguismo. De hecho fueron dejado de lado todos los efectivos que se han animado a reclamar por sus derechos o buscan que por fin la sindicalización sea un hecho.
El reclamo se centra en la arbitrariedad de los ascensos, basada en la ley 13201, mientras apuntan a la degradación de oficiales, quienes se han pasado del tiempo determinado en el cargo.
Es por eso que los policías bonaerenses protestaron en la jornada de ayer, en horas de la mañana haciendo sentir su descontento por la situación frente al edificio de calle 2 entre 51 y 52 en La Plata (foto)
«El ascenso que se produjo ahora fue en masa y fueron de oficiales de un año de antigüedad. Este accionar nos pareció injusto», remarcó uno de los efectivos que asistía a la protesta.
En otra medida que despertó el enojo de los efectivos, la superioridad decidió prohibir a todos los uniformados el uso de celulares durante las horas de servicio, en una medida que parece más propia de una escuela secundaria que de un cuerpo profesional como es el policial.
La preocupación principal de los agentes radica en la gran cantidad de horas en las que se encontrarán incomunicados con sus familias, con el riesgo que ello supone frente a una criminalidad cada vez más violenta que en muchas ocasiones toma represalias en familiares cercanos como venganza por el accionar policial.
El argumento de que el teléfono distrae a quienes deben estar atentos en servicio aparece infantil frente a la posibilidad de sancionar a quienes abusasen de su uso es inexplicable a partir de la confianza que los superiores deberían tener en la responsabilidad de sus subalternos.
Lo cierto es que el enojo crece hora a hora, la división entre mansos y reclamantes es cada vez mayor y ya se habla de la posibilidad de medidas de fuerza que contarían con el aval de una gran mayoría aunque aún con el protagonismo de unos pocos.
Todo suena a improvisación y capricho en el manejo de la conducción policial.