La canciller Merkel y el presidente Hollande se reúnen con su homólogo ruso durante cinco horas y acuerdan proseguir la negociación mañana por teléfono.
Europa apura la vía diplomática en un intento desesperado por evitar una guerra abierta en Ucrania. Pese a carecer de un plan de paz concreto, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, se trasladaron este viernes al Kremlin para tratar de convencer al líder ruso, Vladímir Putin, de que dé un paso atrás en el país vecino. Es la última baza que le queda a la diplomacia europea para tratar de impedir lo que considera una escalada irreversible en el conflicto: el envío de armas al Ejército de Kiev que sopesa Estados Unidos.
Tras cinco horas de discusiones Merkel y Hollande abandonaron Moscú con el compromiso de mantener el domingo una conversación telefónica a cuatro bandas con Putin y el presidente ucranio, Petró Poroshenko. Según un portavoz del Kremlin, se trabaja en un texto para un plan de paz que toma como base los acuerdos de Minsk. Las conversaciones fueron “constructivas y sustanciales”, según los portavoces de los presidentes francés y ruso. Los tres mandatarios habían accedido a la sala donde se celebró la reunión con frialdad y sin estrecharse las manos ante los fotógrafos.
La negociación contempla una posible extensión de la zona rebelde
Merkel y Hollande presentaron a Putin una propuesta que, según los detalles que han trascendido, se basa en los acuerdos de alto el fuego firmados en Minsk en septiembre pasado, pero también incluye nuevos aspectos. Particularmente, se propondría el despliegue de cascos azules en el este de Ucrania, y se abriría la puerta a reconocer a los rebeldes algunos de los territorios ganados durante su última ofensiva. A cambio, los separatistas deberían cesar su ataque, lo que significaría dejar inconclusa la operación militar en la estratégica zona de Debáltsevo, donde miles de soldados ucranios se encuentran prácticamente rodeados por los prorrusos.
Varias fuentes diplomáticas en Bruselas confirman ese plan de extender las fronteras correspondientes a la zona autónoma del este, aunque alertan de la dificultad de que Kiev acepte una nueva pérdida de territorio bajo su control. Hay otra carta que tratan de jugar los diplomáticos europeos y que también puede resultar una píldora amarga para los ucranios: la conveniencia de que Kiev renuncie —al menos por el momento— a su futura integración en la OTAN, algo que Rusia consideraría una auténtica provocación y una amenaza a sus fronteras.