«Se acaba el tiempo» es la frase más escuchada en torno a Grecia

El día después del referéndum los griegos hacen cola ante los bancos, con más miedo que esperanza. Las autoridades europeas se reúnen de urgencia pero coinciden en que «se acaba el tiempo».

La noche del domingo fue para la celebración del «no» a los ajustes y sacrificios pedidos por la troika. Pero ayer volvió a imponerse la dura realidad en forma de crecientes colas ante los cajeros de los bancos para sacar no más de sesenta euros y de temor ante un futuro incierto.

A la esperanza de que Europa les dé el dinero sin dolorosas reformas a cambio se une la aprensión de que esta aventura termine en una salida del euro que solo aceptan los que creen que no tienen nada que perder, pero que sigue siendo una opción no deseada por la mayoría de la sociedad helena.

Tsipras había dejado claro que este referéndum no era para salir del euro, sino para conseguir un acuerdo mejor, «conservar la dignidad del país» y «no reducir las jubilaciones». «El mensaje que me habéis dado no es para romper con Europa, sino que me da mayor fuerza negociadora». Sin embargo, ayer, el día después de esa jornada «histórica», se mantenían las colas ante los cajeros de griegos asustados pensando que tal vez hoy ya no habrá más dinero.

En la Plaza de Metaxurgío, una zona empobrecida que pertenecía al antiguo cinturón industrial de la capital, la gente parece inmersa en sus pensamientos y con pocas ganas de hablar. Georgia Santa, de 52 años y empleada en una empresa pública, explica a ABC que no esperaba «tanta diferencia entre el sí y el no, porque la gente estaba muy asustada. Pero yo no tengo miedo a que salgamos del euro: de todas formas mi sueldo no me alcanza para vivir bien. Tengo una hija de 32 años y un hijo de 30, los dos sin trabajo, a los que ayudo. Los europeos no saben con quién se han metido: somos un pueblo orgulloso», subraya.

Santa se ha escapado de su oficina para sacar sus 60 euros del banco. Por la tarde irá a hacer la compra. Tiene miedo de que se vacíe su supermercado.

Mucha diferencia
Nikos Stánas, de 53 años, se ha acercado al banco desde su pequeña imprenta cerca de la Plaza de Omónia, el antiguo centro neurálgico de la ciudad. «No esperaba que saliera el “no”, ni que lo hiciera con tanta diferencia. No hay que olvidar también los votos de Amanecer Dorado (partido neonazi contrario a cualquier programa de reformas y recortes y a que el país siga en Europa). Mucho me temo que mañana no quedará dinero en el banco».

Volver al dracma o a cualquier otra moneda devaluada sería una catástrofe. En Grecia no tenemos producción propia y el turismo está siendo muy afectado. Tengo cinco empleados y con la situación actual deberé hacer recortes.», se lamenta. Conoce la situación familiar de todos sus empleados (en Grecia la gran mayoría de las empresas tienen hasta diez empleados como mucho). Y muchos llevan años trabajando en el mismo sitio. Stánas sabe que sus empleados ayudan a sus padres, a sus hijos y además tienen que pagar más impuestos, hipotecas… Aunque las hipotecas poca gente las paga ahora y los impuestos casi nadie.