La frase, tantas veces repetida por la gente que teme a la intrusión de su domicilio, es a la vez representativa de la falta de seguridad jurídica del ciudadano.
Por estas horas se discute en la Argentina el valor de la justicia. Que no debe ser poco si tenemos en cuenta los esfuerzos que han hecho todos los gobiernos para dominarla a su antojo.
Tratar de asegurarse una mayoría en la Corte ha sido un clásico de todos los tiempos. Con mayor o menor grado de calidad jurídica Alfonsín tuvo su Corte, Menem la suya y Kirchner otro tanto.
De allí para abajo todo fue un tembladeral de miedos y mediocridades de funcionarios judiciales que terminaron por convencerse que lo mejor que podían hacer era flotar, bajar la cabeza y lo enojar a los poderosos de turno.
No importa el discurso y ni siquiera las circunstancias de cada cambio; los presidentes argentinos siempre han sentido que teniendo la Corte a favor todo iba a ser más fácil.
¿Y qué es «todo»?. Casi siempre la impunidad…
¿Qué pasa mientras tanto con el ciudadano común?. Claramente lo que expresa el título, referido tan sólo a uno de los tantos problemas que debemos afrontar cotidianamente por la falta de administración de justicia.
Si alguien se mete en nuestra casa…tardamos años en sacarlo y normalmente no recibimos compensación alguna.
Si nos despiden arbitrariamente de un trabajo… tardamos años en hacernos de una indemnización siempre devaluada, cuando no nos vemos urgidos a llegar a un acuerdo que jamás representa lo que debería representar como expresión de los derechos del trabajador.
Si un inquilino deja de pagar…tardamos años en lograr el desalojo y recuperar nuestro bien.
Si nos roban, nos asaltan o nos matan...tardamos años en lograr que el culpable -que mientras tanto circula alegremente por la vida- reciba el castigo que se merece y que a nosotros nos recompensa del daño.
Y así todo, y así siempre.
Por eso, más allá del pedido que los argentinos haremos el 18 para que la causa Nisman no duerma el sueño de los justos como la de la AMIA, la de la Embajada de Israel, la de las diversas voladuras programadas por el poder para destruir pruebas, la de Nora Dalmasso y tantas/os otros ciudadanos, tenemos que meternos en la cabeza que el objetivo final es que esta justicia, a la que todos vamos a acompañar ese día, sea realmente una justicia al servicio de los ciudadanos.
Aunque para el gobierno la jornada sea organizada por la oposición y para la oposición sea una buena ocasión para sacar rédito, los ciudadanos tenemos que ubicarla como el primer escalón de una escalera que nos lleve a lograr, por fin, una administración de justicia digna de una sociedad civilizada y democrática.
Porque de otra manera estaremos construyendo un nuevo tótem tribal y alejándonos de la república.
Si es que alguna vez la tuvimos cerca…