Ser perón no es ser Perón

Dady Brieva puso por delante su prominente mentón y con él como punta de lanza escupió todo su odio y resentimiento, tan brutal como escaso de contenido. El buen perón, se sintió Perón.

Son muchos los desmanes que hoy se hacen en nombre de la libertad de expresión, esa que todos reclaman a los gritos cuando son minoría y suelen desdeñar apenas arribado el poder. Y uno de los más notorios es terminar aceptando que está bien que cualquiera hable de cualquier cosa, con el único argumento de ejercer ese supuesto derecho a utilizar los medios masivos para afirmar lo que se nos antoje, agraviar, amenazar, mentir y sobre todo bajar la vara de los temas que le sirvan a la gente para informarse y crecer cultural y socialmente.

Así, mientras las redes sociales se convierten en una letrina que nadie limpia porque la comunidad universal no ha logrado ponerse de acuerdo en cual debe ser el régimen legal que las encuadre, los medios masivos de comunicación -tal vez buscando no perder protagonismo ante el avance de aquellas y los cambios en la cultura del acceso a la información- degradan su propia esencia pretendiendo que la Biblia es lo mismo que el calefón, Carnera está junto a San Martín y Don Bosco compite con La Mignon. Nada que alguien no haya notado ya hace más de medio siglo…. y que pese a tanto repetir, los argentinos parecemos no haber comprendido.

Esta semana el actor Dady Brieva, cultor de ese kirchnerismo que abonó la derrota -para triunfar debió disfrazarse de civilizado- creyó llegado el momento de destilar su odio y no solo desear el fracaso del gobierno nacional sino pedir el sufrimiento de todo el pueblo argentino para conseguir por ese medio sus míseros intereses partidarios.

Negador de la corrupción evidente que «los arrepentidos» han puesto sobre la mesa, defensor de los supuestos resultados de una década que aisló a la Argentina y llevó sus datos sociales al brode del estallido, proclamador de De Vido, Lázaro Báez y Cristóbal López como traidores que hacían todo a espaldas de Cristina, descalificador serial de los argentinos que votaron por Cambiemos y capaz de denigrar a su propio compañero de elenco -que tuvo la inteligencia y caballerosidad de no responder el agravio y desatar un verdadero escándalo- Brieva comienza a dar muestras de una peligrosa psicopatía de liderazgo que lo obliga a llevar cada entrevista en la que participa a un terreno que pone a los demás participantes frente a una opción de hierro: entrar en el juego del agravio, en el que Dady siempre tendrá la ventaja de su carencia total de límites culturales y morales, o dejarlo hacer el clásico stand up cristinista cuyo libreto repiten hoy como loros todos los voceros del «operativo volver».

Convencido de estar convocando sabe uno a que gesta, el cómico apretó su voluminosa quijada para lanzar una perorata que pretendió ser digna de Perón….y fue un papelón de un perón.

Algo que seguirá pasando mientras que en nombre de la libertad se permita decir cualquier cosa a quienes solo piensan en la suya y desprecian en forma absoluta la de los demás.

Porque ser Casero no significa ser el casero de los hogares argentinos, ni ser perón significa ser Perón. ¿Se entiende?…