Tiempo de hacer, pensar y decidir

(Escribe Adrián Freijo) Con sólo mirar el material del día de hoy en LIBRE EXPRESIÓN es fácil comprender más que con mil palabras el presente que vivimos como sociedad.

Tomemos el ejemplo de nuestra ciudad; ayer nomás se recordaba el 141 aniversario de Mar del Plata y nuestro editorial se titulaba «MAR DEL PLATA: LA CIUDAD DEL ETERNO FUTURO».

Recordábamos en esas líneas la cantidad de décadas perdidas sin resolver que queríamos ser, hacia donde marchábamos como sociedad organizada y que perfil sería aquel que en definitiva debíamos desarrollar para extraer todo el rédito posible de los bienes naturales que nos habían sido entregados como valor incluido.

Lo que queríamos pintar en esas líneas es que siempre detenidos en la coyuntura hacíamos un culto al hoy y despreciábamos el mañana. Como si aquellas riquezas propias fueran inagotables y suficientes para ponernos lejos de cualquier riesgo.

Claro está que esa característica no es propia y exclusiva de nuestra ciudad. La Argentina ha padecido la urgencia y el interés subalterno de las clases dominantes como una rémora que aún hoy no puede sacudirse y que ha abonado la convicción mundial de que no sabemos hacia donde vamos y que hemos desperdiciado lo que Dios nos dio.

Es imprescindible entonces encontrar el equilibrio entre la atención del presente y la planificación del futuro.

Hoy uno observa que en Mar del Plata, aún incipientemente y sin despertar todavía la pasión de la ciudadanía, desde el poder político se intenta introducirnos en la cultura de la planificación. Y ello es bueno, aunque tengamos derecho a reclamarle a ese mismo poder que no desatienda las cuestiones cotidianas y los problemas de todo tipo que hoy afectan la calidad de vida de cada uno de nosotros.

Si planificamos sobre las ruinas o proyectamos una sociedad que no logre superar la exclusión social, poco será lo que podamos ver concretado de todo lo que decidamos. Porque no cuidar el presente y dedicarnos a definir el futuro será la contracara perversa de aquel defecto de origen del que hablábamos más arriba.

Pero al menos ahora, alguien se detiene a pensar en la ciudad del mañana. Y eso como cambio es suficiente.