Un chico que es mucho más que una noticia; es una vida que ¿sigue?

Primero fue la perversión de quien debía protegerlo y ahora la de una sociedad que, ávida de noticias, lo tiene encerrado en su propio pasado. Si al menos sirviese como ejemplo…

Una gran indignación y repudio causó el insólito fallo de los camaristas Horacio Piombo y Ramón Sal Llargués, quienes le redujeron la pena a un hombre que había violado a un nene de seis años, argumentando la supuesta orientación sexual de la víctima. Tras el escándalo y las increíbles explicaciones de los magistrados para justificar su decisión, distintos sectores de la sociedad pidieron su juicio político. Otros incluso se ofrecieron a linchar al condenado, y hasta el propio violador negó ser culpable.

Tras la polémica desatada y luego de que políticos, ciudadanos y medios de comunicación opinaron del tema, faltaba por escuchar «la voz», quizás la más importante, de esta historia de abuso, humillación e injusticia. Mientras se define la situación de los jueces, se conocieron detalles de cómo es la vida hoy del niño que fue abusado. El chico hoy tiene 11 años, vive con Aldan, su madrina, en una localidad del conurbano bonaerense y asiste al sexto grado.

En diálogo con Clarín, la mujer contó que tras el escándalo el niño dejó de ir a la escuela y aún no tiene totalmente claro lo que ocurre en este momento. Sólo atina a decirle a su tutora que por todo el revuelo, siente vergüenza. Aldana lo mantiene lejos de la televisión: “No quiero que reviva lo que le pasó. Pero el otro día me distraje un segundo y vio a su tía hablando en la tele. Me dijo: ‘¿Má…, todo esto es por mí? Me da mucha vergüenza”, contó la mujer, de 28 años, quien cuida con recelo al menor y evita que tenga contacto con desconocidos.

La madrina del chico tiene otros tres hijos y para él son sus hermanos. Juega con ellos a la pelota en el patio de casa y no se parece en nada con la imagen con la que los jueces quisieron justificar su fallo: es un chico sonriente, que dejó de jugar a la pelota en el club en el que fue abusado pero que juega tan bien que es buscado por otros clubes que quieren ficharlo.

“Hace dos días que no va al colegio. Me daba miedo que los compañeritos se burlaran pero hoy me llamó la maestra y me dijo que lo mandara tranquila, que los chicos piensan que el de las noticias es un chico de 6 años (ahora tiene 11) y ni se imaginan que están hablando de él”, añadió Aldana.

La historia de una vida marcada por el dolor y el abuso

Para la Justicia, el acusado, Mario Tolosa, un hombre que se desempeñaba como vicepresidente del Club Florida, abusó sexualmente de un niño de seis años el 6 de marzo de 2010 en esa localidad del partido bonaerense de Vicente López. El dirigente pasó a buscar al niño para llevarlo a entrenar y, una vez en el campo de juego, llevó al menor a un baño y allí lo sometió sexualmente. Al regresar a su casa el niño -identificado sólo con la inicial «G»-, le contó a su abuela lo sucedido. La abuela comprobó las lesiones y realizó la denuncia correspondiente.

Cuando comenzó el juicio, la Justicia condenó a Tolosa a 6 años por «abuso sexual con acceso carnal» pero la Cámara de Casación de San Isidro le redujo la pena a 3 años y dos meses. En su nuevo hogar, el nene logró en laguna medida superar lo ocurrido, aunque de vez en cuando vienen los recuerdos del horror que vivió en su corta vida.

Tiene un padre biológico que pasó 30 años preso y una madre que huyó después de que su pareja le diera una paliza feroz. “Al principio, cuando pudo contar el abuso, se ponía muy mal: se hacía pis, no quería jugar a la pelota, se enojaba y revoleaba las cosas, no quería salir a jugar a la vereda. Pero era más vergüenza que otra cosa, se había enterado todo el barrio”, explicó la madrina. Pero lo que quiso ser una señal de seguridad, se les volvió en contra: “Cuando él decía que tenía miedo de cruzárselo, le decíamos ‘tranquilo, está preso, no va a volver más’. Y él se calmaba. Y de repente nos venimos a enterar que hacía un año que estaba libre, viviendo a cuatro cuadras de casa, y nosotros no lo sabíamos”.

Tras varios años, dejó de hacerse pis en la cama, de tener pesadillas y de a poco, volvió a comportarse como un chico. “Pero empezó a hacer otras cosas: llegaba del colegio, abría el portón, se escapaba y volvía a casa dos horas después. Cuando le preguntábamos por qué lo hacía decía ‘no sé’”, relató la mujer.

“Quisiera que él tenga una vida normal pero me da miedo. Yo no lo dejo que esté con ningún desconocido, no dejo que se le acerque nadie. Va de la escuela a casa. Y a las 9 de la noche, todo el mundo a la cama”. Sin embargo, el dolor y los recuerdo a veces se manifiestan. A veces recuerda que tiene “novia” y pregunta si ella puede venir a jugar al patio. Otros, recuerda que nunca volvió a jugar a la pelota en un club porque no puede entrar a un vestuario.

“A veces dice que no se acuerda de nada. Pero otras, cuando yo le digo que tal vez tenga que volver a declarar, se empieza a frotar las manos, fuerte, cada vez más fuerte. Siempre hace eso cuando hablamos del tema. Después me dice que sí, que se acuerda de todo, de lo que pasaba en el vestuario, y de cuando Mario lo llevaba a jugar a su casa, con su hijo. Porque el tipo tiene un hijo de su misma edad, ¿te dije?”, señaló.