UN DESGASTE INNECESARIO

El conflicto policial, por estas horas en vías de solución, representó para el presidente Alberto Fernández un desgaste innecesario tanto en su imagen como en el capital político.

Los que apoyaban ciegamente al presidente antes de esta crisis, aquellos que no aceptan ni aceptarán jamás error alguno en sus decisiones, dirán que ha manejado la crisis con maestría, que resolvió un problema que amenazaba con crecer en su magnitud y que además le sacó a «los porteños» parte de ese dinero que sostiene «la opulencia» que el propio mandatario denunció hace días. Para ellos todo está bien y «los contra» perdieron otra batalla.

Aquellos que estaban en contra insistirán con que se violó la Constitución, se ignoraron los procedimientos democráticos y se consagró la persecución a los gobiernos en manos de la oposición como parte de la acción política. Juntos insistirán en que ha llegado el momento de luchar para salvar la república.

Pero ambas posturas serán un calco de lo que hubiese pasado si la decisión presidencial hubiese sido cualquier otra. Porque ellos representan la grieta y no se detendrán en el análisis sino que se conformarán con el endiosamiento o la descalificación, dependiendo tan solo de que lado de la misma se posicionan.

Pero hay un porcentaje de argentinos, seguramente más voluminoso que cada una de estas facciones, que observan día a día como la autoridad presidencial se va desgastando sumida en una cuestión previa que los meses transcurridos no ha podido resolver: ¿gobierna realmente Alberto?.

El mensaje de texto enviado anoche por el jefe de estado a Horacio Rodriguez Larreta pidiéndole tranquilidad «por que esto lo vamos a arreglar de otra forma» parece indicar que lo que había anunciado minutos antes respondía a un libreto que le habían escrito y con el que no estaba de acuerdo.

¿En quién creer entonces?, ¿en el hombre dialoguista que no quiere confrontar con el jefe de la CABA o en el que con impostada suficiencia anuncia al país que, por un DNU cuya validez parece insuficiente si de políticas fiscales se trata, ha resuelto quitar a un distrito una parte importante de los fondos que recibe por imperio de una ley nacional?.

Entonces…si no fue él y no cree que el camino elegido sea la solución…¿quién le dio la orden de comunicar lo que comunicó?. Si un coro respondiese esta pregunta seguramente el unísono retumbaría hasta el infinito.

El costo pagado anoche por Alberto Fernández con un distrito al que además pertenece parece ilevantable. Pero el que deberá asumir hacia adentro de su propio frente seguramente será mayor: los intendentes peronistas terminaron aliados al cristinismo más puro para tomas en sus manos la seguridad en el conurbano, haciéndose de una caja y un poder que ahora se institucionaliza. Cristina les dio la respuesta que Alberto prometía desde el principio y nunca pudo concretar; no pasará mucho para que esto que afirmamos flote en superficie.

Pero donde seguramente más sentirá la duda y el castigo será en la poderosa clase media independiente -esa que el peronismo dice despreciar pero siempre busca seducir porque la sabe determinante a la hora del voto- que comienza a definir aquellas dudas que tenía acerca de quien llevaba realmente el timón de un barco al que cada día le cuesta más mantenerse a flote y muestra escoras que vienen desde hace décadas a las que se suman día a día nuevas rajaduras.

Y lo que percibe no es de su gusto…aunque reciba mensajes diciendo «quedate tranquilo que esto lo vamos a arreglar de otra forma».