UN GRAVE ERROR

Frivolidad; ese sería el término más adecuado para definir la actitud del gobierno frente a la desaparición de Santiago Maldonado. Ahora, al tomar nota de la conmoción social, trata de cambiar. ¿Tarde?

Todo parece encaminarse hacia un escenario tan trágico como habitual: una fuerza de seguridad mal preparada, con efectivos incapaces de contener sus propios desbordes emocionales, que trata de esconder el resultado de su impericia salvaje. Ya pocos dudan de que Santiago Maldonado fue muerto por los gendarmes que en apariencia lo detuvieron aquel fatídico día y se lo llevaron «para que escarmiente».

Pasó con Kosteki y Santillán, con Bru y con muchos otros a lo largo de la trágica historia que comienza en nuestro país cuando un día como hoy, el 6 de setiembre de 1930, un grupo de militares se apoyó en la voluntad popular capitalina para voltear un gobierno constitucional y comenzar una larga historia de golpes militares que tuvo fuerte influencia en las costumbres y en la cultura argentina.

Desde entonces las Fuerzas Armadas y de seguridad fueron formadas en el atropello, en la violencia con la propia sociedad y en la maquiavélica idea de que el fin justifica los medios. Y el camino hacia una construcción democrática de estas instituciones no solo arrancó tarde sino que en muchos tramos del camino iniciado en 1983 no se tuvo la voluntad cierta de cambiar las cosas.

Todo esto debió tener en cuenta Mauricio Macri al momento de definir cual sería la posición de su gobierno frente al caso. Y como siempre ocurre terminó escuchando a sus asesores «técnicos» que insisten en que los argentinos se olvidan siempre de las cosas o que hay situaciones inconbcebibles a las que no prestan atención.

Grueso error; los argentinos -que venimos zarandeados por la realidad desde hace muchas décadas- podemos demorar la llegada a un tema…pero siempre llegamos. Y en el caso de Santiago Maldonado el enojo social fue inmediato y no es tan difícil de interpretar: no queremos en Macri la misma actitud negadora que padecimos con Cristina en la causa Once, el Cromañón y sobre todo en el caso Nisman. 

Ya tuvimos bastante, ya no queremos más de esa receta de asesores de imagen que consiste en flotar frente a los verdaderos dramas de la vida cuando estos nos explotan en la cara en forma de tragedia.

Ahora, tarde, el gobierno toma nota del daño que se auto infringió al mirar para el costado. Pero ocurre que para el grueso de la sociedad aquel silencio tiene el atronador sonido de la culpa. ¿Se callaron porque son insensibles?, ¿porqué tenían la seguridad de que se trataba de una maniobra y que Maldonado iba a aparecer o lo iban a encontrar?...¿o porqué el gobierno no es ajeno a su desaparición?.

Esta última hipótesis puede parecer absurda y seguramente lo sea. Pero la boca cerrada del presidente, las torpes operaciones de prensa intentadas y una convicción general acerca de que al joven no se lo está buscando o se lo está haciendo mal son bases suficientes para la desconfianza de una ciudadanía a la que ya la han engañado demasiado.

No es el fútbol gratis que nunca será, no se trata de una devaluación que nunca se iba a hacer y tardó apenas horas en ser realidad, no hablamos de la promesa de quitar el Impuesto a las Ganancias de los trabajadores ni del juramento de que no habría tarifazos en los servicios públicos. Todas aquellas mentiras se disimulan en la convicción general de que nuestros políticos son unos mentirosos irredentos.

Se trata de la vida de una persona…lo que para los gobiernos suele ser poco pero para el ciudadano de a pie sigue siendo lo más importante. Porque además es una de las pocas cosas que nos han dejado en pie los gobiernos de los últimos 50 años.

Aunque ninguno pudo garantizarnos que podían o sabían como cuidarla…