UNA GUERRA SANTA QUE SE VUELVE PELIGROSA

Un sector importante de la justicia ha dispuesto declarar la guerra al poder político. Esto genera una situación compleja en la que división de poderes y anarquía se asemejan peligrosamente.

La marcha convocada por los fiscales para el día 18, que seguramente integrará a miles y miles de argentinos en todo el territorio del país, es la primer escaramuza de una guerra ya no tan sorda entre un sector cada vez más amplio del Poder Judicial y el poder político de la nación que hoy, en retirada,comienza a pagar también allí el precio de tantas interferencias, manoseos y ninguneos.

Así como a la cúpula del kirchnerismo le alarma la fuga de dirigentes que, olfateando el fin de ciclo, escapan hacia playas en las que el sol alumbra más intensamente, la Corte Suprema observa con preocupación que los levantiscos funcionarios judiciales no esperan ni piden ahora gestos del vértice de su poder.

¿Qué será de nosotros?, se preguntan en las cercanías de Cristina temiendo represalias futuras por tanto desatino.

¿Qué será de nosotros? se interrogan también en la Corte temiendo perder un manejo que tampoco supieron resguardar con decoro durante todo el apogeo del matrimonio presidencial.

No son malos estos gestos de rebeldía o independencia. Acercan a la justicia a los ánimos del ciudadano común y permiten avizorar un sistema de administración de justicia más moderno y transparente.

El riesgo sin embargo radica en un quiebre vertical que deje a la Corte como figura decorativa del sistema, lo que sería grave si tenemos en cuenta que es la cabeza de uno de los tres poderes del estado.

Muerto en vida el Poder Legislativo, el mismo que cedió anticonstitucionalmente poderes que le son propios y se convirtió en una indecorosa escribanía del poder, y sujeto el Poder Ejecutivo a los vaivenes de una sociedad errática que hoy endiosa y mañana demoniza, el quiebre del Judicial nos pondría en las puertas mismas de una anarquía institucional que alejaría a la Argentina de cualquier solución democrática.

Frontera que no debemos cruzar y peligro que debemos evitar a cualquier precio.