Una historia que merece ser contada…y espera justicia

«Había una vez en Mar del Plata, en el famoso país llamado Argentina, una niña humilde cuya ilusión mayor era festejar los 15 años rodeada de sus afectos cercanos y de su gente querida»

«Pero la falta de medios y, en especial la gravedad de una enfermedad que padecía y prefería no nombrar, diezmaba toda posibilidad de concretar ese sueño».

«Sin embargo, el sábado 25 de agosto de 2001, su ciudad natal se unió como nunca antes, y convirtió un salón en palacio, un modesto budín en enorme torta de dos pisos, el negro en rosa y el gran deseo en inolvidable fiesta. Entonces, Érica Beatriz Juárez pasó de Cenicienta a Princesa».

Este era el comienzo de una conmovedora nota de Leonardo Ibáñez, publicada por la revista Gente , hace poco menos de nueve años. Podría considerarse el resumen de una trágica historia de amor que tuvo repercusión nacional por la enjundia y la actitud de un hombre común, humilde, que entregó su corazón a una hija adoptada.

Esta es la historia de Mario Luis Monserrat que, contra viento y marea, desde Mar del Plata, trata de que Érica descanse en paz. Quiere cumplir con su promesa de hacer justicia, de que un juicio por mala praxis contra el Hospital de Urgencias de Córdoba, llegue a su fin.

«Bienvenida Princesa, esta es tu noche. Vos te la ganaste peleando» fue el recibimiento del papá, a la niña que vestía aquella noche inolvidable un hermoso vestido facilitado por uno de sus ídolos, Carlitos «la Mona» Jiménez, que por esos días actuaba en Mar del Plata.

Cómo habrá sido el carisma de Érica que el cantante Chayanne hizo miles de kilómetros para verla, compartir unas horas y posar con ella. Con esa chica dulce, calva por efecto de la quimioterapia.

La noche de ese último sábado del 2001, fue la más feliz en la corta existencia de Érica.

Pero empecemos por el principio. Remontémonos al año 1997, cuando Mario Luis Monserrat y María Mercedes Gómez se conocieron. Se enamoraron perdidamente y a los dos meses se unieron para no volver a separarse.

Mario adoraba a Érica, Luis y Tamara, los hijos de María. La familia vivía en una casa de barrio Yofre. En octubre de 1998, Érica sufrió un golpe en un tobillo. «La llevamos al Hospital de Urgencias. Le colocaron una férula por 48 horas y cuando volvimos a llevarla, después de varias radiografías le colocaron un yeso por un esguince. A los 30 días se lo sacaron, pero el tobillo seguía hinchado. El médico nos recomendó que le pusiéramos el pie en hielo y agua con sal para bajar la hinchazón.

Pasó una semana y como no había mejoría la llevamos de nuevo y el médico recomendó que le hicieran fisioterapia. Así la tuvieron tres meses», recuerda Mario.

La comunicación con Mar del Plata se entrecorta. No hay problemas con la línea telefónica. Es el llanto de Mario el que interrumpe el diálogo. Da un respingo y retoma el relato. «Un día fui al hospital y hablé con la médica encargada de Traumatología. Ella, al escucharme, pidió placas y solicitó que urgente se le haga una punción en el tobillo…(silencio)».

Mario balbucea y sigue: «A los tres días nos llamaron del hospital y me informaron que mi hija tenía cáncer a los huesos, un osteosarcoma, el médico no se había dado cuenta de la mancha en el tobillo».

Mario no podía dar crédito a lo que le informaban. «La médica me dijo que estas cosas pasan a veces, que uno no se da cuenta hasta que se hace este estudio. Así empezó el calvario de mi hija, con sus tratamientos, las quimioterapias, hasta que vieron que ya le quedaba muy poco de vida y en febrero de 1999 me autorizaron a traerla a la ciudad de Mar del Plata donde ella había nacido y así ellos (los médicos) se sacaban un problema de encima».

«Tuvimos que venir acá (a Mar del Plata) porque en Córdoba perdimos todo, no nos quedó nada. Aquí, en el Hospital Materno Infantil, la trataron (a Érica) como a una reina. Empezaron con un tratamiento nuevo, le amputaron la pierna para darle una mejor calidad de vida», dice agradecido.
Fue entonces cuando Mario se casó con María y consiguió la adopción de Érica, Luis y Tamara. A ellos se agregaría Estefanía, la hija nacida de ese matrimonio.

Yo acuso
Quiero dar las Gracias al Periodista Miguel Duran y al Diario la voz del Interior que se hizo eco de publicar esta nota.
Llevo casi 11 años sin poder tener una sentencia en el juicio de mi hija y lo único que pido es que de una vez por todas se dicte la sentencia asi nosotros también podemos descansar en paz.
Ha pasado mucho tiempo y demasiado dolor en mi hija y en mi familia.
El coraje de nuestra hija para soportar la amputación de su pierna y la quimio cada 30 días para poder sobrellevar la enfermedad que tenia; si se hubiera agarrado a tiempo esto no hubiese pasado. Lo que sufrió ella en el Hospital de Córdoba paso los limites.
Hasta que un día llegamos a Mar del Plata con una mano atrás y otra adelante y la internamos en el Hospital Materno Infantil; ellos la trataron de su enfermedad y le dieron la calidad de vida que mejor podía tener, y se comprometieron con su vida.
Cuando empezó este juicio hicieron desapareces las placas radiográficas que eran las pruebas que se tenían y la historia clínica de mi hija había desaparecido; pero ellos no sabían que yo tenia copias de todo eso, así que seguimos luchando contra viento y marea y lo seguiremos haciendo hasta cumplir la promesa que hicimos.
Para aquellos que creen o dicen que esta cosas pasan quiero decirle que tienen que padecerlo en carne propia.
Para las personas que realmente puedan llegar a entender esto, les digo que solo pretendo tener una sentencia sobre este juicio que se inicio hace 11 años y todavía esta guardado en un cajón por no se quien y todo lo que hicieron fue pararlo; y vuelvo a repetir que desde algún cajón de los tribunales de la Ciudad de Córdoba se escuchan los gritos de mi hija pidiendo justicia.
Gracias a todos y al Diario La Voz del Interior.

Mario Monserrat, PAPA de Erica