Una marcha sin dueño y un mensaje que tiene destinatarios

Escribe Adrián FreijoMiles de argentinos pidieron un cambio en las reglas de juego de la política. Con el recuerdo del «que se vayan todos» de fondo, señalaron un límite que torna peligroso.

«Si la semana próxima se convoca a una nueva marcha viene el doble de gente» decía anoche un observador de los comportamientos sociales en la Argentina. Y no se equivocaba…

Una marcha convocada desde las redes sociales, de la que nadie reclamaba paternidad ante el temor de un fracaso, terminó en la más multitudinaria demostración popular de los últimos años. ¿Se imagina el lector si a alguien se le ocurriese ahora convocar a una jornada similar cuando, por ejemplo, llegue un nuevo pedido de desafuero de la ex presidente al Congreso?.

Pero se equivocaría el gobierno si por un momento imagina que esa multitud salió a la calle en señal de apoyo. Seguramente el porcentaje mayor de manifestantes sufre por estas horas las consecuencias del dislate económico y abrigan las mismas dudas que todos -incluidos los actores principales de la economía mundial- tienen sobre el futuro inmediato del país.

Lo que por fin apareció en superficie fue la creciente demanda ciudadana por una institucionalidad que no nos avergüenza; por una división de poderes que asegure que ninguno prevalecerá sobre el otro y por instituciones que dejen de ser aguantadero de funcionarios corruptos de todo tipo. Si…de todo tipo; no solo se sientan en las bancas del Senado dos ex presidentes procesados sino que los acompañan decenas de ex ministros y secretarios de estado que también deben trajinar los tribunales para rendir cuenta de actos reñidos con la legalidad.

Lo ocurrido sería maravilloso si no estuviese tan fresco en el recuerdo aquel «que se vayan todos» de 2001, ocurrido en medio de una crisis terminal a la que podemos acercarnos peligrosamente si no aparecen las medidas correctoras de este doloroso presente de un país con el 40% de su población con necesidades básicas insatisfechas, casi un porcentaje igual de informalidad laboral en la población económicamente activa, millones de jubilados percibiendo un haber insuficiente para afrontar las urgencias mínimas de subsistencia, una marginalidad explosiva desde lo social y desde lo delictivo y el fantasma de la droga atrapando a un porcentaje aterrador de compatriotas.

Ya no importa discutir quien ha sido el responsable, algo urgente hay que hacer para tender una red de contención que frene un estallido en estas condiciones. Justamente la marcha de ayer indica que los argentinos estamos pidiendo a gritos que la justicia pueda actuar libremente y que quienes han cometido este verdadero genocidio económico y moral paguen en la cárcel sus delitos y devuelvan lo que se han robado.

Para lograrlo será bueno insistir, marchar, reclamar y sobre todo no quedarnos en slogans más o menos ocurrentes y mostrar, al menos por una vez, nuestra esencia de ciudadanos.

La meta no parece estar tan lejana….