El país decide en segunda ronda quién sucederá en la presidencia a Pepe Mujica. Todas las encuestas dan como ganador a su correligionario Tabaré Vázquez.
Toda la efervescencia que tuvo la campaña electoral en la primera vuelta de las elecciones se ha esfumado. En el último mes Montevideo ha recuperado su característica tranquilidad, en los semáforos apenas ha habido gente repartiendo propaganda y la música y los jingles ya no han sonado constantemente. A estas alturas, de lo que nadie duda en Uruguay es de quién será el vencedor de las elecciones presidenciales. No porque lo digan las empresas encuestadoras, que han sido criticadas con dureza tras equivocarse significativamente en los pronósticos de la primera vuelta del pasado 26 de octubre, sino porque se respira en el ambiente una cómoda victoria del Frente Amplio (FA) de Tabaré Vázquez. Toda la emoción reside ahora en saber por cuánta diferencia conseguirá su tercer gobierno de la República.
Por su parte, el opositor Partido Nacional (PN) intenta mantener las formas. Su candidato, Luis Lacalle Pou, dice incluso que «la ilusión está intacta», pero está claro que su ánimo no es el de antes. Las mejores proyecciones le auguran en esta segunda vuelta un 40% de los votos, lo que supone una decepción para un partido al que hasta hace unas semanas las encuestas y medios de comunicación daban posibilidades reales de victoria gracias a un mensaje que se centraba en el diálogo y se apartaba de la confrontación. Si este domingo 30 de noviembre el PN no supera el 43,5% de los votos que logró en 2009 con Luis Alberto Lacalle (padre del actual candidato) será un duro golpe para la formación. Tampoco esta vez ayuda mucho el apoyo de sus socios, el Partido Colorado, ya que salió especialmente debilitado el 26 de octubre.
Lo que dejó la primera vuelta
Cuando se celebró la primera vuelta de las elecciones en Uruguay, el Frente Amplio no solo renovó contra todo pronóstico su mayoría en el Parlamento, sino que además el país dio un giro hacia la izquierda. Esto no solo se apreció en la ratificación del voto al FA, que ganó en 14 de los 19 departamentos del país incluyendo algunos bastiones de los partidos tradicionales, sino también en que la lista 609 del Movimiento de Participación Popular (MPP, el partido del presidente José Mujica dentro de la gran coalición que es el Frente Amplio) recibió más apoyo que nunca. «Esto no quiere decir que haya habido un triunfo de la izquierda radical, sino de Mujica, un hombre pragmático que se ha caracterizado por un talante negociador. Ese voto ratifica que la población quiere dar continuidad a las reformas que el FA comenzó en su primer Gobierno hace 10 años», indica el historiador y politólogo Gerardo Caetano. La ciudadanía, en definitiva, ha premiado el fuerte compromiso social del Gobierno y su política económica, que ha permitido reducir el paro a niveles mínimos y redistribuir mejor la riqueza.
A estos datos también hay que añadir la irrupción en el Parlamento de varios partidos minoritarios que, desencantados con la centralidad del Frente Amplio, se sitúan a la izquierda del mismo. Así, el Partido Independiente (PI) de Pablo Mieres, con el 3% de los sufragios, logró entrar en el Senado y Unidad Popular (UP), con Gonzalo Abella a la cabeza, colocó por primera vez un diputado en la cámara baja tras conseguir el 1% de los votos.
Otra de las sorpresas que dejó la primera vuelta de estas elecciones fue la caída del Partido Colorado. A lo largo de su historia centenaria -y con la excepción de la debacle de las elecciones del año 2000 cuando en plena crisis perdió el Gobierno- nunca había cosechado un resultado tan malo. No solo bajó cuatro puntos, sino que además en el referéndum donde se votaba su propuesta de reforma constitucional de bajar la edad de imputabilidad penal para juzgar a los menores como si fueran adultos no tuvo éxito -ganó el no con un 53%-. Nada tiene que ver su actual candidato Pedro Bordaberry -hijo del dictador Juan María Bordaberry- con la tradición progresista del partido, inspirada en José Batlle y Ordóñez, quien gobernó hace 100 años aprobando leyes adelantadas a su tiempo. La derecha ha sufrido una dura derrota y por ello deberá forzosamente reinventarse en el futuro.
Nuevos retos
Al Frente Amplio se le reconoce haber reducido notablemente los niveles de pobreza del país durante los últimos años y su esfuerzo en la redistribución de la riqueza. Sin embargo, ante la perspectiva de un tercer mandato, que supondría 15 años de ejercicio ininterrumpido en el poder, deberá afrontar temas clave para la sociedad uruguaya como son la educación y la seguridad. El electorado de ahora es sin duda más exigente y ya no valdrá más de lo mismo: además de consolidar lo creado, el Frente Amplio tendrá que dar nuevas respuestas