Coloquio de IDEA: el presidente fue a hablar de un país que no existe

Por Adrián FreijoSorprendieron las afirmaciones de Alberto Fernández, lejanas a la realidad del país y a las medidas que toma su propio gobierno. Otra ocasión desperdiciada para abrir el diálogo.

 

Todos esperaban que en su intervención en el Coloquio el presidente volviese a incurrir en alguna de sus patinadas. Y no se equivocaron: Alberto sigue viviendo en el País de las Maravillas que inmortalizó Alicia.

Pese a intentar mostrar un tono reflexivo, algo que por momentos se le escurre por el vértice de su dedo levantado en ristre como espada flamígera, el presidente no pudo dejar de sorprender con afirmaciones acerca de medidas de su gobierno que a su juicio caminan por el mismo andarivel que proponen los empresarios. Claro que la cara de los presentes no dejaba margen a duda alguna; el orador hablaba de un país imaginario que nada tiene que ver con el que el capital y el trabajo padece cada día en Argentina.

¿Cómo se entiende sino que sostenga que «crear empleo es algo que debemos abordar en forma conjunta, sin estigmatizaciones» y asegurar que «no debemos ver al trabajo como un costo, sino como una inversión»?. Parece olvidar que el costo laboral argentino es hoy el más alto del mundo y que como resultado de ello el 39,9% de la población económicamente activa se encuentra en la informalidad.

¿Cómo puede comparar a Argentina con Finlandia y con Noruega en materia de despidos cuando se trata de dos economías con una estabilidad de décadas, con un régimen laboral flexible y en las que las empresas gozan de reglas de juego invariables y no padecen los vaivenes que a las argentinas que deben además afrontar cierres y/o aperturas comerciales espasmódicas, devaluaciones constantes y una inflación que les impide intentar siquiera un cálculo de costos para sus producciones?.

Su genérica alusión a que la prohibición de despidos y la doble indemnización «no podrán sostenerse en el tiempo» no agrega otra cosa que inseguridad a quien esté pensando en invertir en producción y mucho más a quien pretendiese generar puestos de trabajo. ¿Cuánto es ese tiempo?, ¿cuál el parámetro que se usará para resolver cuando se vuelve a la normalidad?. Demasiadas dudas para tan escasa precisión…

Roza la ironía presentarse como un presidente que vino a  «convocarlos a todos» a sumar esfuerzos, «abandonar los insultos, las quejas altisonantes» y dejar de ser una sociedad «con bandos en pugna». Cada vez que el mandatario tiene un micrófono cerca aprovecha para estigmatizar a la oposición y, en los últimos meses, amenazar personalmente o a través de sus ministros a quienes no comparten en silencio su gestión de gobierno.

¿O no se enteró de la algo más que velada amenaza de su ministro de Justicia a un humorista?…

¿O la promesa de su secretario de Comercio de lograr un acuerdo de precios «por las buenas y si no de otra manera» fue realizada sin su conocimiento…

La posibilidad de aplicar la Ley de Abastecimiento de 1974 que empujó al país al desabastecimiento y a la hiperinflación del «Rodrigazo», no parece una propuesta adecuada para pretender mostrar a los empresarios nacionales que «todos juntos podemos salir adelante», como casi cínicamente afirmó al final de su exposición.

Alberto insiste en monologar, juega con el olvido de quienes lo escuchan sobre los hechos reales y sus propias palabras de antaño y no oculta su peligrosa tendencia a decir las cosas que el circunstancial auditorio quisiera escuchar. Pero lo único que logra es ensanchar la desconfianza, dar señales negativas a los mercados y consolidar la imagen de un político sin sustento y un presidente sin proyecto.

Además de perder elecciones…lo que debería hacer que reflexiones acerca del camino elegido.